Bajando en Glòries para coger un metro, un chino me endosó esta tarjetita. La cogí pensando que era propaganda de algún restaurante. Y no, no lo era. Me quedó una sensación extraña. Nunca me habían dado directamente publicidad para ir a hacerme un masaje ni había visto a nadie repartirla de manera tan descarada. Supongo que, con los tiempos que corren, debe de haber mucha gente con la espalda contracturada.
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