No es que lo mío vaya a ser reseñar las novedades en videojuegos, precisamente, ni que vaya a descubrir América. Splatoon es un juego muy divertido y con el que echar una partida es siempre divertido. Pese a los elogios que se vierten acerca de él, voy a resaltar los puntos en los que creo que flaquea más.
Splatoon es un shooter, un juego de disparar, que se sale de lo habitual. Si lo normal es matar a cuantos enemigos encuentres, aquí lo esencial reside en pintar el terreno. El equipo que más espacio tenga pintado de su color, gana. De ahí la importancia de la conexión online. Los jugadores se enfrentan cuatro contra cuatro en diversos escenarios tan originales como locos.
En su día, se estrenó con mucho menos contenido pero se le ha ido añadiendo a través de DLC, o contenidos descargables, gratuitos. Me lo compré el día de salida, el 29 de mayo, y estuve disfrutándolo intensivamente hasta septiembre. Al principio me tenía totalmente enganchado con las partidas online y la campaña individual.
El modo historia para un solo jugador es muy corto y gente con más experiencia se lo debió de pasar en un periquete. No es mi caso. Hay que decir que el último jefe es complicado y derrotarlo requiere su tiempo pero, más allá de este final alucinante, el resto es sencillo. De todos modos, dentro de esta ausencia de dificultad, uno encuentra mucha diversión.
Se nota la importancia de esta campaña en solitario porque, una vez que la terminé, sólo me quedaba el multijugador, y es ahí donde empezó a mermar mi adicción. No se me entienda mal. Las partidas online no son malas pero perdí la sensación de alcanzar un objetivo. Durante la primera versión de Splatoon, el nivel más alto era el 20, el cual alcancé, pero tras la actualización de agosto, pasó a ser el 50.
Yo quería que hubiera más margen para mejorar pero lo cierto es que ahora el esfuerzo es significativo para sólo aumentar de rango, sin ninguna mejora significativa. Con cada nivel, aparece equipamiento nuevo pero el caso es que no he encontrado ninguna arma que me vaya tan bien como la que conseguí con nivel 18 o así. Tampoco hay novedades en los potenciadores (power-ups), que siguen siendo los mismos.
Ahora para mí, Splatoon es echar una partidilla de vez en cuando sin la aspiración de subir de nivel. Es increíble cómo hubo gente que consiguió el nivel 20 en su día, y el 50 después, en menos de una semana. El vicio en ellos es fuerte, de parado de larga duración o de recluso en Alcalá Meco. En los combates existen dos modos, el amistoso, que consiste en pintar el terreno, y el competitivo, donde es a cero o nada.
El competitivo es un modo especialmente loco porque los ochos jugadores tienden a concentrarse en un punto. Aquí pintar no es tan importante como conquistar una zona de tu color y protegerla, o llevar un objeto hasta un punto concreto del mapa. En el amistoso también puedes eliminar a tus rivales pero es en este donde morir es nuestro día de la marmota particular.
Acostumbro a jugar al modo amistoso por ser más relajado pero cabe decir que el competitivo es igual de divertido pese a lo estresante de estar esquivando sin parar mientras se intenta sumar una baja más en el bando contrario. Jugar es fantástico pero, al dejar de tener una meta y perder el aliciente de las novedades constantes del principio, se hace más difícil ofrecerle la misma dedicación.
No te puedes comunicar con el resto de miembros. Para muchos jugadores expertos es una desventaja. Yo lo pienso y creo que sería muy entretenido con amigos. Con compañeros aleatorios no tiene tanto sentido dado el público al que se dirige la consola de Nintendo, los cuales sólo buscamos pasar un buen rato de vez en cuando sin que nos demanden un número de horas demasiado elevado.
Además de armas, uno puede adquirir ropa. La moda es muy importante para los calamares pijeras que protagonizan Splatoon. Cada prenda tiene diferentes habilidades que ayudan en el combate (velocidad, resistencia, potencia, detección de enemigos,...). Esperaba que con el paso del tiempo aparecieran modelos de marcas reales y que con esta publicidad Nintendo ganara dinero pero no ha sido así.
Sea porque no era su objetivo, sea porque no han conseguido atraer la atención de las compañías, sólo hay marcas inventadas y bastante sosas. Creo que conseguir una camiseta Nike o unas zapatillas Adidas sería una buena razón para mantenerse enganchado, intentando conseguir objetos exclusivos. Esto sí que puede conseguirse con los Amiibo pero únicamente con los del propio juego.
Los muñecos de la chica y el chico Inklink, junto al del calamar verde, desbloquean retos en la campaña individual que sirven para obtener trajes que de otro modo no puedes conseguir. Con la Chica debes pasarte los niveles con un rifle de francotirador (o francoentintador). Hubiera estado bien que con el resto de Amiibo uno pudiera conseguir ropa de Mario, de Donkey Kong,...
Existe un modo competitivo entre dos jugadores para jugar offline, en casa, pero es al que menos tiempo le he dedicado, incluso menos de una hora. El problema aquí es que sólo se puede jugar uno contra uno y no haces más que explotar más globos que el rival. No resulta ni la mitad de entretenido que los otros dos modos y es el que peor le ha salido a la compañía japonesa.
La idea, en resumen, está genial pero da la sensación de que no han llegado a explotar las numerosas posibilidades del videojuego: una campaña mucho más larga, más opciones en los combates online (chat de voz, facilitar el cambio de armas y posibilidad de personalizarlas), mejora la partida offline, ofrecer más diseños de ropa con amiibos y marcas conocidas,...
La capacidad para innovar de Nintendo es alucinante. Ahora sólo cabe frotarse las manos esperando una segunda parte de Splatoon donde las carencias del primero se vean suplidas y las muchas virtudes de las que ya hace gala sean mejoradas. Todavía les queda mucha tinta a estos calamares.
No hay comentarios
Publicar un comentario