Parks and Recreation


Parks and recreation (2009-2015) es una serie cómica que sigue la estela del género del falso documental que puso de moda la adaptación estadounidense de The office (2005-2013), creada originalmente por el humorista británico Ricky Gervais. Esperaba que alguna plataforma la incluyera en su catálogo desde hace años y, por fin, Amazon Prime Video la trajo al completo.

Tal vez decir que "sigue la estela" sea demasiado generoso, pues se trata de un clon bastante envidente. Si en la serie de Scranton los empleados pasan el día entero entre las paredes de una oficina de la compañía papelera, en esta se sientan tras los escritorios del departamento de parques y áreas de recreo del ayuntamiento de Pawnee. Desde luego, dos horizontes igual de apasionantes.

Leslie Knope, la directora adjunta del departamento, es la gemela de Michael Scott, el gerente de la papelera Dundler Mifflin. Ambos son personas que viven incomprensilemente emocionadas con su anodino trabajo. Existen también parecidos razonables entre Mark Brendanawicz y Jim Halpert, entre Ann Perkins y Pam Beesley, o entre Jerry Gergich y Toby Flenderson. Podría seguir.

Al igual que la versión americana de The office es menos dura que su original británica, Parks mantiene el punto de vista tan típicamente optimista de los estadounidenses. Si bien el cielo puede parecer encapotado y gris, siempre habrá resquicios entre las nubes por los que colará el sol. Es decir, uno también puede llegar a ser feliz en el implacable engranaje del capitalismo.

Quien haya visto la original inglesa sabe que la visión europea no contiene ni un ápice de esperanza. David Brent es el jefe gilipollas e insoportable que muchos reconocen haber tenido que soportar. El propio Ricky Gervais aprendió que para tener éxito comercial había que suavizar este tipo de personajes, y así lo hizo en David Brent: Life on the Road.

En la ácida sitcom de Episodes, dos guionistas británicos venden su serie a Hollywood y luego se desesperan porque los productores la rehacen por entero. La respuesta que obtienen viene a ser más o menos la siguiente: "Las series inglesas son muy cortas, por eso se pueden permitir ser deprimentes. Las americanas, no. Si fueran así, todo el mundo acabaría suicidándose".

Pese a la calcomanía indisimulada, Parks no sólo me ha resultado muy divertida, sino que me ha regalado grandes personajes, como el infantiloide Andy Dwyer o el libertario a ultranza Ron Swanson. No en balde, devoré del tirón sus siete temporadas durante el verano. Un atracón que me permitió no sólo disfrutarla, sino comprobar su paulatino progreso hacia la falta de ideas.

Por un lado, la serie se va alejando del planteamiento inicial, lo cual está bien, pues desarrolla mejor su propio universo y se despega de sus antecesoras. Sin embargo, este distanciamiento también la desliga cada vez más de la realidad, conduciéndola a una pura ficción cuya sátira se torna más y más descafeinada.

Como en muchas teleseries estadounidenses, todo acaba centrándose en generar situaciones en las que explotar a los personajes, yendo sobre seguro a las bromas que siempre funcionan. No falta la estúpida moraleja para niños del final de cada episodio. Pareciera que se necesita algún tipo de enseñanza ética como colofón para que la trama cobre sentido.

Parks empieza bien y va a mejor, hasta que la trama de las elecciones pasa y los guionistas parecen no saber muy bien hacia dónde tirar. A partir de ahí se repiten temas y amoríos, y llega una temporada final extrañísima que me dejó bastante descolocado. Por suerte, los inconvenientes no invalidan sus virtudes. Si te gustó The Office, se merece que le des una oportunidad.

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