Jojo Rabbit (2019)
Leo en internet críticas muy positivas acerca de la película, y conocidos que han ido a verla las secundan, pero tanto a mi pareja como a mí nos pareció irrelevante. ¿Qué aporta Jojo Rabbit a tan recurrido tema? Taika Waititi, el director de la genial What we do in the shadows y de la no tan atinada Thor: Ragnarok, ha rodado una peli de nazis a lo Wes Anderson sin chispa.
Un joven ario tiene al Führer en un pedestal. Apuntado a las Juventudes Hitlerianas, hará todo lo posible por acabar con todos esos malvados judíos con cuernos demoníacos. Como es de esperar, los acontecimientos harán que la fe del pequeño Johannes Betzler, alias Jojo, empiece a resquebrajarse cuando descubra que su líder no es tan chachi como lo pintan.
Pese a la dureza del tema, al que nos hemos acabado inmunizando a base de cansinas y patrióticas películas made in Hollywood, Waititi rueda una comedia simpática que se esmera en remarcar que no banaliza la tragedia. Este cortapisa moral ya coacciona mucho la carcajada, alejada de la caóticas locuras de Anderson.
La idea de que el protagonista tenga como amigo imaginario a Hitler podría haber estado más inspirada, pues acaba resultando casi tan sosa como la actuación de Scarlett Johansson con su falso acento teutón. El más gracioso es Sam Rockwell en la piel del inútil capitán Klenzendorf, un papel que, desgraciadamente, no se diferencia mucho de tantos otros que ya ha hecho.
Tras casi hora y cincuenta minutos no encontramos la ácida sátira que esperábamos. El repertorio cómico carece de agudeza y llega a repetir el manido chiste del saludo de Hail Hitler. Ni cinematográficamente ni argumentalmente destaca. Queda a años luz de lo que consiguió Roberto Benigni con La vida es bella.
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