Dos hombres y un destino
(Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969)
Buscando información acerca del choque de egos entre Steve McQueen y Paul Newman en El coloso en llamas (1974), di con uno de los clásicos del cine del Oeste: Dos hombres y un destino. Esta también estuvo a punto de se coprotagonizada por McQueen, pero sus múltiples exigencias dinamitaron su participación. McQueen insistía en recibir más dinero que Newman e, incluso, tener el mismo número de líneas de diálogo.
El título original de Butch Cassidy and the Sundance Kid fue traducido con la grandilocuencia y lírica habitual de la época en España, en la misma línea que The Searchers pasó a ser Centauros del desierto, o High Noon es Solo ante el peligro. Es un título totalmente descriptivo que presenta a los dos personajes que van a encabezar el guion. Sin embargo, no se puede negar que la versión española retrata a la perfección el espíritu de este western.
Después de que Warren Beatty también rechazara el papel, fue un casi desconocido Robert Redford quien acabaría compartiendo cartel con Newman. Redford era una preferencia del director George Roy Hill y no del estudio, hasta tal punto que Hill tuvo que pedirle a Newman que intercediera. Pese a que prefería el papel de Sundance Kid, Newman confesó en una entrevista que fue su esposa, la actriz Joanne Woodward, quien insistió en que el papel sólo podía ser interpretado por Redford.
Ambos entablaron una buena amistad, llegando a repetir en El golpe, también de George Roy Hill. No resulta extraño, dado el éxito y los numerosos premios recibidos por la película de la pareja de forajidos. Pudo haber una tercera con Un paseo por el bosque, pero Newman lo rechazó por sentir ya muy mayor. Pese a todo, llegó a haber algunas rencillas entre ambos actores, sobre todo por parte de Newman debido a la impuntualidad de Redford.
Tras alcanzar su pico, el cine de vaqueros empezaba a alejarse de los arquetipos que lo habían definido durante tanto tiempo. El héroe, junto con su moral, había desaparecido, tal y como confirmaron Sam Peckinpah o Sergio Leone. La aproximación de George Roy Hill, con el guion de William Goldman, muestra un dúo de delincuentes más humanos, en absoluto invencibles, más proclives a disfrutar del dinero de sus robos que a relamerse por la sangre derramada.
La película se disfruta. El humor en los diálogos es magnífico. El progreso de la primera mitad, que muestra cómo la vida feliz de los bandidos de trenes se convierte en una pesadilla kafkiana fruto de una persecución implacable de la que parece que no podrán escapar, me pareció sublime. De hecho, pensaba que eso iba a ser toda la película: Butch Cassidy y Sundance Kid huyendo sin salvación de la justicia, una Justicia con mayúsculas, no impartida por un sheriff sino por Dios.
George Roy Hill sabe combinar el entretenimiento ligero con la gravedad de esta persecución casi ontológica. El comienzo en tonos sepia, con planos muy cerrados del rostro de Newman entrando en un banco, deja claro que no pretende ser una más y pone al espectador en guardia. Cuando el plano vuelve a teñirse de color, la historia abraza un tono más liviano, hasta que la persecución de la pareja empieza y todo empieza a asemejarse cada vez más a una parábola existencial.
Por eso me chocó cuando la parte de la batida termina en seco (o en mojado, si nos ajustamos al guion), y ambos deciden emigrar a Bolivia, y la tensión se rebaja sin llegar a ser tan distendido como durante la primera mitad. Es gracioso y confuso cómo se intenta adaptar la barrera lingüística entre los dos pistoleros y la población boliviana en el doblaje. Si en el original los dos gringos intentan aprender español, en el doblaje estudian francés. ¿Qué sentido tiene? Es absurdo, pero muy cómico.
En esta segunda mitad, queda de manifiesto que el personaje de Etta Place, a cargo de Katharine Ross, es la última esperanza de salvación del tándem de ladrones. En la vida real, Etta Place era prostituta, pero William Goldman decidió convertirla en profesora en el guión porque, tras ver una foto suya, consideró que era demasiado guapa y joven para dedicarse a una profesión tan peligrosa. Esto arroja luz al desconcierto que me produjo ver a una maestra relacionada con forajidos.
La parte de Bolivia no me entusiasmó, porque el primer tramo con la persecución me había encantado. Hill busca dar un cierre acorde con la historia de Butch Cassidy y Sundance Kid, y consigue hacerlo sin filmar un documental. Si bien antes de darle al play, esperaba un western repleto de grandilocuencia épica, influido por el cartel y la traducción española del título, me ha sorprendido para bien. Es cinematográficamente rica, y sabe ofrecer un muy buen rato. Sin duda, la volvería a ver.
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