Los 4 Fantásticos resuelven sus conflictos con empatía y sinceridad [SPOILERS]


Los 4 Fantásticos: Primeros pasos
(The Fantastic Four: First Steps, 2025)

Vas a ver Materialistas de Celine Song, pero el cine no puede proyectarla porque la pista de sonido está estropeada. Fuera hace un calor tórrido y el establecimiento tiene aire acondicionado, así que vuelves a tropezar con la piedra de siempre y compras una entrada al universo de Marvel y palomitas. Te sientas ante la pantalla, y las palomitas están más saladas que el mar Muerto. Sí, te has equivocado de nuevo.

Las cuentas de los "expertos" en cómics de superhéroes la ponen por la nubes: que recuperaba la esencia original, que volvía a emocionar, que... qué pereza. El guion es tan tonto como Reed Richards, supuestamente un genio sin parangón tan gris como el resto del elenco. Los personajes son tan planos que el encefalograma de una momia parece una montaña rusa.

Al igual que Jurassic World: El renacer, Los 4 fantásticos considera que los conflictos clásicos son demasiado simplistas. Al hombre de goma se le presenta fugazmente como un hombre que se obsesiona por su trabajo y deja de lado a su familia... Que nadie sufra o se ofenda por el cliché, porque a los cinco minutos está resuelto, enterrado y olvidado.

¿Que, además, se siente culpable por haber enviado a su familia al espacio y haber convertido a su cuñado en una masa de roca monstruosa? Ben le pide que no se preocupe, que está todo chipén. Sin rencores. Hay un par de escenas en que gimotea como un perrillo por la chica que le gusta, pero está claro que a ella su aberrante apariencia no le importa, porque ella sólo valora el interior.

Sue Richards tiene su primer embarazo en pleno apocalipsis... No worries, ella puede con todo. ¿Acaso no ha conseguido la paz mundial? Pues claro que viaja al espacio preñada, ¿qué malo puede pasar? Es tan jefa que es capaz de parir en gravedad cero sin derramar ni una gota de sangre. A medida que expulsaba al niño por un orificio, absorbía la placenta por el otro.

Poseen madurez emocional es excepcional. Solucionan todas diferencias a través del diálogo y la empatía. ¿Los quiere empalar el planeta entero porque no piensan sacrificar a su propio hijo para salvar a la humanidad? Pues hacen un speech en la puerta de casa, y la masa enfurecida escucha, comprende y asiente. ¡Como debe ser! Y aquí matándonos por el papel del váter en plena la pandemia. Vergüenza...

Su conducta impoluta e insípida hace que los casposos comentarios del hombre antorcha suenen todavía más fuera de lugar. El mayor problema es que la "Casa de las Ideas" es la ausencia de las mismas. Tiene el tanque de la imaginación tan seco que no consigue encontrar tramas interesantes que sustituyan los viejos conflictos rancios.

¿Es imposible sustituir los tropos de antaño? No. Nintendo lo ha hecho con su fontanero favorito. La aventura de animación ya no versa de Mario intentando rescatar a la desvalida princesa, sino de salvar a su hermano Luigi. Es un detonante igual de sencillo y directo. ¿Cómo es Luigi? Miedoso. ¿Cómo es Peach? Habilidosa y valiente. ¿Cómo es Mario? Bondadoso y noble. Sencillo y para toda la familia.

Los 4 fantásticos: Primeros pasos me ha aburrido soberanamente. Me ha parecido absurda y llena de estupideces. El humor, o brilla por su ausencia, o está fuera de lugar. El CGI y las batallas ya no sorprenden. El cacareado Doctor Doom de Robert Downey Jr era un anzuelo sin cebo. Eso sí, qué buen aire acondicionado. Chaqueta me he tenido que poner. Por un momento me he creído que ya era otoño.

Jurassic World: El renacer con tufo a fiambre [SPOILERS]


Jurassic World: El renacer
(Jurassic World: Rebirth, 2025)

Con el reclamo (en mi caso) de Scarlett-Johansson y (en el caso de mi pareja) de los dinosaurios, fuimos a ver la última entrega de la saga iniciada por Spielberg en 1993. Gracias a mi pareja sé que los dos dinosaurios más exitosos de la franquicia, el T-Rex y el velocirraptor, pertenecen al Cretácico Superior, un periodo que se inició más de cuarenta millones de años después del fin del Jurásico.

Si Jurassic World fue un reboot entretenido que se malogró en las posteriores entregas, cabe decir que este reinicio pinta mal desde el comienzo. Cinco años después de los sucesos de Dominion, la moda de los bichos antediluvianos se ha ido al garete. Descontando a los ejemplares encerrados en zoos, la mayoría se encuentra en la línea del ecuador, único ecosistema en el que se dan las condiciones para su supervivencia.

Una empresa farmacéutica pretende viajar allí para conseguir muestras de sangre de los animales con el propósito de crear un nuevo tratamiento contra dolencias cardíacas. Las prohibiciones gubernamentales restringen el acceso (de aquella manera, porque luego cruza por ahí todo quisqui) y por eso acuden a la Johansson, una "experta en operaciones encubiertas" con una musculatura también encubierta.

Los personajes no son planos, que es lo esperable en una peli de acción, es que directamente carecen de personalidad. Saben a galleta de arroz dietética. Ya nadie tiene vicios, ni hay cojos o tuertos, y la masa corporal de todos ellos respeta el rango del IMC entre healthy y fofisano. Están diseñados para no ofender.

Claro ejemplo es la familia que pasa por allí cuando están persiguiendo a un mosasaurio. Es un padre con sus dos hijas, y el novio de la mayor, que se nos presenta como un zángano insoportable. Se crea la expectativa de que va a haber un conflicto gracioso entre el padre y el adolescente. A la media hora el padre le felicita al chaval por salvar a su hija y le pide que se respete, que él vale mucho.

Pues muy bien, deconstruimos el estereotipo del inútil recordando el complejo caleidoscopio que es la personalidad humana, y convertimos una dinámica entretenida y tópica en una acelga. Al menos, nos quedarán los dinosaurios, ¿no? Con lo que han avanzado los efectos especiales, deben ser un portento técnico. Pues, el que no tiene piel de rana, tiene cola de lagartija, o parece un descarte de Alien.

Sobretodo, molesta la incorporeidad de esta fauna digital. El ejemplo más claro es la escena del campo con hierbas de metro y medio. No se ve nada. No se oye nada. De repente, se alza una pareja de titanosaurios haciéndose caricias. ¿Cómo, dónde estaban? Otro: un bote salvavidas se infla automáticamente, en vertical, y oculta a un Tiranosaurio. Cuando cae al agua el monstruo ya no está.

Los dinosaurios aparecen y desaparecen como si se tratará de un espectáculo de David Copperfield o del Mago Pop. Y los cacareados mutantes, llamados "mutadones" en la película (vaya tela), son tan feos como sosos. Los unos parecen los dragones que le encargaron al becario de Juego de tronos, y el otro ni siquiera pasó el corte de Prometheus, que ya es decir.

Al final no hay pelea, ni huida frenética. Sólo pena por el deforme y solitario Distortus Rex y por el dinero tirado a la basura. Muchas escenas son refritos de la original de Spielberg, sin la magia ni la fuerza narrativa de este, y lo que parecía ser un sacrificio sin sentido acaba siendo un superviviente sin dinero y sin tripulación. ¿La conclusión? Las farmacéuticas son malas, y a correr.


Funko Pop del Distortus Rex

Tan poca vida de Hanya Yanagihara

Si bien este best-seller está muy bien escrito, su objetivo último me deja vacío. Su autora lo describe como un paño teñido con la técnica del ombré, un degradado suave que suele transitar de un color claro y brillante a otro mucho más oscuro. Y básicamente eso es el libro: convertir un relato amable y ligero de cuatro amigos en un culebrón deprimente y cruel sin motivo.

Logró lo que ninguna otra novela ha conseguido conmigo: obligarme a saltar extensos fragmentos, incluso un capítulo completo, porque leerlos me descomponía el estómago. Las descripciones son tan detalladas y desagradables como los actos descritos. Aunque la novela no esconde lo que va a hacer y avisa del terrible pasado de uno de los personajes, mis expectativas se quedaron demasiado cortas.

Casi nunca el horror que uno se imagina supera los acontecimientos porque te has preparado para ello. En este caso, en cambio, Yanagihara me noqueó y me dejó con shock postraumático. Esta serie de fragmentos nauseabundos ocurren en el ecuador del libro, y esperaba que después del valle hubiera una colina, y la historia entretenida del comienzo regresase. En su lugar, el descenso continuó.

Si la idea era sumir al lector en el negro más profundo, el efecto fue el opuesto. Tras cruzar el infierno, empecé a pasar las páginas jugando a adivinar la siguiente catástrofe. Se había transformado en un folletín grotesco en el que todo me importaba un bledo, un episodio largo de Los días de nuestra vida con el Dr. Drake Ramoray, la telenovela paródica que emitían en la serie Friends.

¿Por qué no lo abandoné? Leer mil me parecía un gran reto después de la sequía de páginas de 2023. Tampoco quería que los avances de 2024 se revertieran, y por eso no lo devolví a la biblioteca. El resultado fue la decepción del tiempo perdido cuando cada vez se tiene menos. Un millar de páginas de  absoluta nada, de puro ejercicio estilístico escasamente brillante y cliché.

Su estilo me recuerda al de Celeste Ng en Todo lo que no te conté: una escritura correcta, estadounidense, aprendida en el aula y ensayada a conciencia, producto del esfuerzo y la dedicación, pero desapasionada, desconocedora de cualquier traza de humor, mecánica, alineada sobre unos rieles de los que no se va a mover. La literatura como trabajo de oficina, el libro como activo financiero. 

La pérdida de la inocencia: Belleza y Dulces Tinieblas

Qué dos cuentos más terribles, más hermosos. Belleza, del fallecido Hubert (Piel de hombre), y Dulces Tinieblas, de Fabien Vehlmann (El dios salvaje), conjugan los sentimientos más inocentes con los deseos más oscuros del corazón humano. Ambos han sido ilustrados por Kerascoët, el tándem formado por Marie Pommepuy y Sébastien Cosset, que rebosa talento en cada una de sus páginas.

Belleza trata de Hedionda, una chica humilde y poco agraciada que recibe el don de la hermosura tras liberar a un hada. El regalo que pretendía resolver sus problemas no tarda en convertirse en una pesadilla cuando los hombres enloquecen ante su atractivo sin igual. Hedionda se convierte en víctima de su anhelo por ser aceptada... hasta que aprende a tomar ventaja de la nueva situación.

La división maniquea de buenos y malos del inicio se desvanece, del mismo modo que las decisiones caprichosas que parecerían inocuas al comienzo acaban dirigiendo a los personajes hacia el precipicio. Si no fuera por el tono de cuento de hadas, la lectura de esta tragicomedia estaría lejos de resultar ligera y agradable.

El estilo amable y caricaturesco de línea clara contrasta con el destino sombrío de la historia. Sorprende que una escueta paleta cromática de blanco, negro y dorado sea capaz de transmitir tantas emociones. Es un álbum que invita a retroceder, a regodearse en el preciosismo de sus viñetas, del mismo modo que Dulces Tinieblas te abisma a sus páginas.

La obra coguionizada por Fabien Vehlmann y Marie Pommepuy parte de un planteamiento más oscuro. Unos niños juegan en el bosque. Entre la maleza encuentran una maleta enorme. Pertenece a otra niña como ellos, o casi. Es gigante, mucho más grande que ellos. Está tendida sobre la hierba, no se mueve, no abre los ojos ni respira.

Así empieza este relato de supervivencia, de cómo un grupo de niños se organizan con los enseres de la joven para alimentarse y resguardarse del frío del invierno. Se forman grupos ante la escasez, unos acaparan bayas mientras otros enferman, otros cambian de bando, otros desaparecen. Y, al igual que en Belleza, la ingenuidad es una pieza capital en el relato.

Si bien en el cómic de Hubert sirve para facilitar la lectura, para hacer más digerible la historia, con Vehlmann todo se torna más tétrico y amenazador. Las desdichas se suceden, y los niños siguen abrazando sus fantasías sin advertir el peligro. El contraste entre las caricaturas de los niños y el realismo del entorno y del cuerpo de la muchacha es estremecedor.

Ambas historias abordan la pérdida (o la corrupción) de la inocencia desde dos puntos de vista distintos, pero con acierto y virtuosismo parejos. Brillan tanto en el guion como en el plano artístico. Con ambos repasarás sus páginas, acariciando el lomo de sus preciosas ediciones a cargo de Norma Editorial y Astiberri. Son dos maravillas que no te puedes dejar pasar.

Cuando tu vida es un libro, de Alina Bronsky

En un recomendador de libros online cuyo nombre he olvidado, uno entre tantos que te prometen buenas sugerencias para luego regurgitarte best-sellers que nada tienen que ver con tus lecturas, me apareció listada esta novela juvenil de Alina Bronsky, una autora alemana de origen ruso.

La ilustración de la cubierta y el título captaron mi atención. Encontré un ejemplar en el catálogo digital de la red de bibliotecas, y nada más empezar a leer descubrí lo mucho que ambos se ajustaban a la historia. La ilustración es desenfadada, ágil, divertida; el título es, curiosamente, literal.

La narradora es una adolescente que nunca lee. Sin embargo, esto cambia cuando se cruza en su camino un libro que habla de ella, de su vida, de su presente. Esto la intriga tanto que acaba comprándolo. Su cara se tiñe de terror cuando descubre que uno de los personajes morirá dentro de pocos meses.

Si bien puede sonar a trama de intriga y fantasía, sigue el esquema clásico de la novela de aprendizaje. La voz de la protagonista me recordó a la de Holden Caulfield, en tanto que es el testimonio en primera persona de alguien que no se expresa en absoluto como un personaje literario.

Aunque el desarrollo es algo irregular, con algunas situaciones forzadas, y el final se apresura quizá demasiado, me he reído con los personajes, sus diálogos y el desarrollo. La visión cínica y superficial de la joven estudiante ha driblado mis expectativas más de una vez.

Si bien se nos recuerda constantemente que las pantalla táctiles tienen la partida ganada al papel, por momentos parece una historia de amor por la lectura. Cómo ella se obsesiona por el libro, cómo vibra con lo que encuentra, cómo su situación anima a su mejor amiga a empezar a escribir.

El libro reúne los clásicos temas de la literatura adolescente, pero lo hace sin aburrir, con mucho sarcasmo. Ojalá la trama hubiera ido más allá, ojalá no hubiera terminado tan pronto. No sé si es el mejor libro que me podía haber leído, pero es el que sin duda necesitaba. Puro disfrute.