Parásitos (Gisaengchung Parasite, 2019)
No conocía al director, pero ya había visto dos películas suyas: The host y Okja. Ambas son ideas delirantes que me dejaron confundidos. Con The host hubo cosas que me gustaron mucho y otras, no tanto; pero Okja me pareció una soberana mierda difícil de catalogar. La película hasta la fecha que más reconocimiento internacional le ha otorgado es Memories of muder.
Parásitos también cambio de tono radicalmente en el último tercio de la película, un giro inesperado y sorprendente, pero muy grato. Al principio, nos encontramos con una comedia divertidísima: una familia pobre encuentra la manera de aprovecharse de un hogar adinerado. Las gracias son muy sutiles a veces, y juegan con la incomodidad.
Pero luego hay ese giro de tuerca que lo convierte en un retrato afilado del capitalismo y de la sociedad surcoreana. El escenario deja paso a un guión tragicómico al que no le puedo poner ningún pero. Es algo completamente diferente, una película que me ha impactado y que volvería a ver sin dudarlo. No puedo más que recomendarla. Decir más sería destriparla.
Retrato de una mujer en llamas
(Portrait de la jeune fille en feu, 2019)
Sus finales, sin embargo, no estaban a la altura del metraje. Ambas me dejaron con la miel en los labios, insatisfecho. Con Retrato de una mujer en llamas esta regla no se aplica, y tenemos un progreso excelente, que corta la respiración, con una conclusión que explota, en un desasosegante primer plano fijo, un crescendo emocional maravilloso.
Si debo poner alguna objeción a este relato de época, en que una pintora tiene el encargo de realizar el retrato de una joven casadera, es el lenguaje corporal de las protagonistas. Me ha pasado con otras películas recientemente. No sé si por la costumbre de los códigos establecidos, cuando los nuevos directores se alejan de la norma, la sensación es de extrañamiento, de anacronía.
Más allá de este detalle, las interpretaciones de Noémi Merlant y Adèle Haenel son mareantes. Interiorizas su malestar, su tensión. Me gusta cómo Sciamma no ha sido maniquea con los personajes, como ha mostrado la fragilidad de ambos. Nuevamente, acierta y sube el listón. Ha habido que esperar cinco años desde Girlhood, pero han valido muchísimo la pena.
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