The Innocents de Enkil Vogt


The Innocents (De uskyldige, 2021)

El noruego Enkil Vogt, coguionista de varias películas dirigidas por Joachim Trier (La peor persona del mundo, Thelma), también se ha puesto tras la cámara en dos cortos (Une étreinte, Les étrangers) y dos películas. La primera fue Blind es 2014, y la segunda ha sido The Innocents en 2021, cuyo cartel te atrapa nada más verlo: tan sencillo como poderoso. 

Dos hermanas se han mudado con sus padres a una nueva casa. Ida, de 9 años, es la más pequeña, mientras que la mayor se llama Anna y padece autismo. Entre los pocos residentes que no se han ido de vacaciones están Ben y Aisha, con quienes las hermanas harán buenas migas. El apacible cielo estival empezará a cubrirse cuando Ben revele a Ida sus poderes psíquicos.

Todo empieza como un juego inocente que se va enturbiando cada vez más. Con el trasfondo de la pobreza y la desmitificación de la bondad inherente de los niños, la película avanza con un sosegado crescendo que te mantiene en tensión hasta el final. Sin hipérboles, los pequeños actos de crueldad de los protagonistas son capaces de estremecer al espectador.

Las interpretaciones de los niños, la fotografía y el apartado sonoro no dejan indiferente. Tanto por su calidad como por la sorpresa que me ha producido (la desconocía por completo), me ha provocado la misma sensación de satisfacción a la que me produjo Reality de Tina Shatter.

Joc brut de Manuel de Pedrolo

Allá por los 90, en el instituto, poco sabíamos del torrente de obras que había llegado a escribir Manuel de Pedrolo. Sólo lo conocíamos por el libro que nos había fascinado a todos: El mecanoscrit del segon origen. Creo que era de las pocas lecturas que habían unificado positivamente el criterio de los estudiantes.

En la librería de segunda mano de la Associació Llibre Solidari Sabadell (Sant Pere, 49) tienen un par de estanterías con las editoriales que suelen o solían editar las lecturas de las asignaturas de lengua en el colegio. Una de ellas en Edicions 62 para la asignatura de catalán. Hay una decena de ejemplares de cada título. Ninguno de ellos es El mecanoscrit.

Había otro de Pedrolo, que nunca estuvo en mi programa académico, y que por la cantidad no debió gustar mucho. No sé muy bien por dónde empezar con Joc brut (Juego sucio), porque no quiero cometer el mismo error que el estudio preliminar de la novela. El texto está dirigido a estudiantes de secundaria, y explica de modo claro y sencillo el contexto tanto de la época como de la obra del autor.

Pero a dos páginas de terminarlo, te destripa la trama. Tenía sospechas de que pudiera hacerlo, pero me confié porque me estaba resultando muy útil. La narración empieza con la parte titulada "El projecte" (El proyecto) y narra el encuentro de un hombre con una mujer. Este hecho aparentemente fortuito dará pie a "Els fets" (Los hechos), "La recerca" (La búsqueda) y "Les explicacions" (Las explicaciones).

Los títulos de las cuatro partes en las que se divide la historia dan una idea de los derroteros por los que puede transitar, y aún así resultan lo bastante enigmáticos para despertarte el interés. Toda la novela está narrada en primera persona desde el mismo punto de él. La muchacha resulta enigmática, y lo poco que sabemos de ella es a través de sus interacciones con el protagonista.

A día de hoy, la turbulenta relación que mantienen es inaceptable para un currículo educativo, y hasta choca pensar que alguien decidiera incluir el libro. Sin embargo, es envidiable cómo Pedrolo logra encadenar las palabras y los sucesos para que no puedas dejar de pasar página, con un catalán delicioso que equilibra la calidad literaria con el habla cotidiana.

Es una lectura breve, agradable y amena. De no haber sido traicionado por el maldito estudio preliminar, mi imaginación hubiera volado hacia terrenos más inesperados y fatídicos, y la habría disfrutado más. Sin embargo, el número de volúmenes donados a la librería deja claro que la opinión de los alumnos de bachillerato dista mucho de la mía. Por suerte, siempre nos quedará El mecanoscrit.

La Vega Grill, restaurante de comida latina en Sabadell


Carrer Sant Pere, 32

La Vega Grill no es un restaurante de comida vegana. Pese al nombre, y pese a que anteriormente el local lo ocupase una hamburguesería vegetariana, se trata de un restaurante de comida latina, que abrió las puertas de su primer local en Barcelona en 2014, e inauguró su segunda sede en 2019 en Sabadell. Lo conocía de Just Eat, aunque creo que nunca he pedido.

El establecimiento es prácticamente un pasillo, con mesas altas y taburetes. Los baños están limpios. De las paredes cuelgan unas pocos fotos y decoraciones de estilo rockero. La calle Sant Pere es peatonal, y en el exterior tienen mesas bajas con sillas y estufas. Ahora mismo, en el solar aledaño están levantando un edificio. No sé cuán ruidoso será entre semana, pero el domingo se estaba muy tranquilo.

Probamos el sancocho, que no está en la carta, pero sí en un tablón junto a la puerta. He comprobado que lo puedes pedir a domicilio a través de Just Eat. El sancocho es un cocido, pero con maíz, zanahoria, yuca, espinazo de ternera, pollo, plátano y cilantro. Según Wikipedia, también lleva ñame, cebolla, ajo, orégano, papa, apio, ocumo, calabaza, repollo y taro.

Pese al cilantro, del que no soy muy amigo, entraba que era una delicia. Cada plato de sancocho cuesta 12€, pero es contundente. Viene acompañado con una arepa con queso por si te queda un hueco. Lo acompañamos con una empanada de pabellón (rellenas de carne mechada, frijoles negros, plátano y queso) y un litro de papelón (jugo de caña de azúcar con agua y limón).

Cuando terminamos, estábamos más que saciados. Podríamos haber prescindido de la empanada y haber tomado solo agua. Aunque la gula es la gula, pude contenerme y no pedir uno de los tres pasteles que tienen de postre. Aunque tienen muchos platos venezolanos, incluyendo los tequeños y las arepas, también hay hamburguesas y milanesas, además de zumos.

Los camareros fueron amables, y, si bien sólo estábamos nosotros y otra pareja, no nos sentimos que nos metieran prisa quitándonos platos o preguntándonos cada dos por tres. No sé si en caso de tener prisa, el servicio acelera, o es igual de tranquilo. Personalmente, ese día estuvieron geniales, y lo más seguro es que repitamos para tachar platos de la carta.1

Más información:

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1 Adjunto la cuenta (los precios están con IVA): Jarra de un litro de papelón (10€); empanada pabellón XL (4,90€); dos raciones de sancocho (12€ cada uno); cortado (1,4€). Total: 40,30€.

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Ruben Östlund rebajado con agua, o El triángulo de la tristeza


El triángulo de la tristeza
(Triangle of Sadness, 2022)

La última película del director sueco Ruben Östlund ha ganado la Palma de Oro en Cannes, igual que lo hiciera en 2017 con The Square. En comparación, las dos películas no parecen jugar en la misma liga. En The Square los momentos incómodos con la cámara fija desnudan a sus personajes con crueldad y sorna. El objetivo es implacable como en Fuerza mayor, y remueve la conciencia como en Play o Involuntary.

Aquí todo es demasiado evidente, demasiado explícito. Odiamos a los ricos y vamos a disfrutar torturándolos. Pocos momentos hay en que uno se detenga a inspeccionar sus propias entrañas. En las anteriores siempre había un fotograma en el que el público dirigía la mirada hacia a sí mismo: ¿cómo actuaría yo? ¿Soy mejor que el monigote que se mueve en pantalla?

Acaso no lleguemos a cuestionarnos nada porque somos testigos de una realidad que nos resulta ajena. Apenas hemos vislumbrado el mundo de la jet-set en los artículos pagados del Hola. ¿Cuánta verdad y cuánta parodia contiene esta historia, que no ahonda en sus personajes ni contiene interpretaciones o escenas memorables? No nos puede afectar algo que ya vimos en Padre de Familia

Su final abierto no hace más que acrecentar la sensación de que el guion ha sido escrito con más resentimiento que propósito. Esta es su primera película en inglés, y me ha dejado peor sabor que la primera película en inglés de Yorgos Lanthimos. Al igual que Langosta, El triángulo de la tristeza diluye la esencia de su director. Es Ruben Östlund rebajado con agua.

Encanto: con más canto que encanto


Encanto (2021)

Esperábamos el realismo mágico de García Márquez y nos encontramos con la magia realista de Disney, un libro de autoayuda como el que ya nos vendió Elemental. Se nos hizo aburrida, a pesar de que visualmente es preciosa. Es increíble dónde ha llegado la animación 3D. Pero el argumento... si uno reflexiona sobre él, o lee por internet lo que dicen otros, pues para qué vamos a gastar neuronas, es el retrato de una familia colombiana podrida por dentro.

Pese a las infinidad de canciones con las que no paran de dar la brasa, los Madrigal están hechos una mierda. No hay ni uno sano, todos sufren de ansiedad. ¿Ves el cartel de la película? Todo fachada. Están completamente destrozados por dentro. A una le encargan todo los trabajos duros, a otra la obligan a estar perfecta, a una tercera le impiden expresar sus verdaderos sentimientos. Incluso echaron a uno de los hermanos por cenizo. ¿Y les dio pena? Pues no sé, porque te lo explican con una canción bastante marchosa.

La protagonista es la única que no posee un poder mágico, como el resto de la familia, y por eso la tienen apartada como si tuviera la peste, cuando sólo es una persona "infraextraordinaria", es decir, normal. Para empeorarlo, no tengo instalado un sistema de Dolby Surround, y las canciones se escuchaban fatal. Pusimos los subtítulos, pero no tienen nada que ver los diálogos. Esperábamos encontrarnos una aventura repleta de fantasía y color, y nos tragamos el profiling psicológico de una genealogía disfuncional.