El Rancho, asador argentino en Sabadell

Foto de la entrada El Rancho, Asador Argentino en Sabadell, de Google Maps
c/ Major 19, Sabadell

Creo que El Rancho es "el asador argentino" de Sabadell. Abrieron hará más de 13 años pero a mí me parece que existe desde siempre pese a haber ido únicamente dos veces. Lo tengo grabado en el mismo punto del mapa de mi memoria, salivando cuando pasaba con el autobús en dirección a El Corte Inglés.

El local es amplio y elegante, con el estilo tradicional de un restaurante de toda la vida, con buenas mesas, manteles blancos, baños limpios1 y unos camareros experimentados y muy eficientes. Cuando fui con mi padre, era mediodía entre semana y estábamos solos, pero el trato fue excepcional. No lo fue menos cuando estuve con mi pareja en fin de semana, con mucha más concurrencia.

Probamos el choclo, la empanada, la patata asada y, como no podía ser de otro modo, la carne. La mazorca de maíz (el choclo) estaba muy sabroso. Las empanadas estaban muy buenas pero creo que las de El Rebenque estaban un punto por encima. La patata asada se deshacía con sólo clavarle un poco el tenedor y la crema agria que la cubría en abundancia no estaba menos deliciosa.

Cuando fui con mi padre no estoy seguro si pedi el Rib-Eye o el Tango. Recuerdo que era una carne veteada de grasa, que estaba buena pero que tal vez no incluiría entre mis favoritas. Cuando volví con mi pareja, pedí entraña, que estaba muy jugosa, aunque tuve que claudicar ante el entrecot argentino de ella, que estaba espectacular, indescriptible.

No tienen vacío, que es un corte que probé en la brasería Los Tres Leños de Barcelona (c/ de la Font d'en Canyelles, 90) y que me volvió medio loco. Pregunté y me dijeron que no lo tenían porque iban renovando la carta. De postre, porque por alguna razón siempre queda espacio para el postre, disfrutamos de un panqueque con dulce de leche y una tarta de chocolate.

Salió todo por 57,04€2. Es un precio raro pero hay una razón, y no demasiado simpática. Todos los precios de la carta están sin el 10% de IVA. No me gusta nada este tipo de práctica. La consideró engañosa de cara al cliente. Dicho esto, el placer de comer bien junto con la excelente atención recibida me convencieron para repetir y recomendarlo sin dudar un sólo instante.

Más información:

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1 Bueno, lo de los baños limpios con papel higiénico tal vez no sea algo tan tradicional en España...
2 Choclo (4,90€) Empanadas (5,85€) Entraña (14,20€) Entrecot (15,45€) Panqueque con dulde de leche (4,95€) Tarta de chocolate (3,90€) Cerveza Quilmes (2,60€) Agua (2,10€) Cortado (1,90€) Total: 51,85€. Si sumamos el 10% de IVA (5,19€) asciende a 57,04€.

El Llit, bar de tapas y hamburguesas en Sabadell

Passeig de la Plaça Major 37, Sabadell

El Llit es un bar con una estética muy trabajada ubicado en pleno centro de Sabadell, con terraza exterior e interior. Como local, atrae. El problema es que, las dos veces que he ido, la comida ha sido un desastre.

La primera vez fui solo al mediodía y pedí una hamburguesa. Me senté en la terraza interior y hacía sol. Era muy agradable. Tienen tapas pero también hamburguesas y otros bocadillos. Pedí una hamburguesa Ribs (200g. de ternera). Al principio me pareció pequeña, pero casi mejor porque tanto la carne como el pan estaban más secos que Benito Pocino. Como podéis constatar en la foto, se veía muy triste. ¿Podéis encontrar la compota de cebolla, el crujiente de bacon, la mayonesa y la rúcula salvaje que apuntaban en el menú? Porque yo no. Las patatas, en un cono, eran pocas, demasiado hechas y sosas; la lechuga, de bolsa (si era Florette o Hacendado, ya no sabría deciros).

Mierdifoto de hamburguesa El Llit

Salí muy insatisfecho pero, visto lo bonito que era el local, me dije que tal vez había sido una mala elección venir al mediodía porque no había casi nadie. Cuando no hay movimiento, la cocina no suele estar a punto y el cocinero, dormido. En la barra, los camareros estaban de charleta, pasando bastante de todo. ¿Cómo se entiende de otro modo que tuviera que esperar cuando estaba solo en el bar?

Un par de semanas después, probé con mi pareja por la noche. El sitio estaba lleno a rebosar pero el servicio seguía igual de despistado. Al entrar no nos atendieron y acabamos sentándonos por nuestra cuenta en una mesa vacía del largo pasillo que hay entre la barra y el comedor principal, junto a la puerta que da a la terraza interior. La zona no estaba bien iluminada pero, bueno, teníamos hambre y ganas de intentarlo de nuevo, así que cenar en un corredor ambientado en Resident Evil no nos pareció tan negativo.

Pedimos unas patatas El Llit, especialidad de la casa. Venían en un bol pequeño, completamente quemadas, con mayonesa en cantidades industriales. Las ocho alitas de pollo a la churruscoa, dignas de la barbacoa de un pirómano, estaban hechas, rehechas y contrahechas. Soy mal fotógrafo y, si hay mala iluminación, alcanzo el grado de nefasto, pero creo que se aprecia bien que tanto las patatas como el pollo lucían un moreno que sería la envidia de Eduardo Zaplana.

Mierdifoto de las bravas y las alitas a la barbacoa

En la siguiente foto se pueden ver los nachos que pedimos, "gratinados con queso, guacamole y jalapeños". Los nachos estaban reblandecidos bajo una capa gomosa de tranchetes. Cogías los de arriba y te quedabas sin queso para los siguientes. No se les ocurrió poner capas intercaladas. El problema es que ni siquiera los primeros tenían gracia alguna porque eran completamente insípidos. El guacamole era un bolote de masa sin sabor alguno que, del modo en que estaba compactado, no parecía demasiado casero. Como buenos abanderados de la vanguardia culinaria, nos trajeron el plato deconstruido.

Mierdifoto de los nachos con guacamole y jalapeños

Fui valiente o temerario y pedí el equivalente en pan a las patatas de la casa, es decir, el bocadillo El Llit. Es de calamares con mayonesa (cómo no iban a ponerle) y mezclum del súper. No sé por qué, tal vez por esa costumbre tan catalana como equivocada de que todo pan debe llevar tomate acompañe una tortilla o jamón de Jabugo, venía untado. Por no salirse de su línea, los calamares era pura poesía, con gusto a nada y vahídos de ausencia. Irónicamente, lo único que paladeé fue el suave toque del tomate.

Además del agua y la cerveza, pedí una Piña Colada que venía más cargada que un entrevistado del programa Callejeros. No pude pasar del segundo trago. Excluimos los postres de nuestro banquete para que el resto de clientes del bar pudieran disfrutarlos. ¡No íbamos a ser nosotros quienes los privaran de semejante placer!

En resumen, El Llit un local salido directamente de la imaginación de un interiorista y sus platos... también. La experiencia fue tan satisfactoria como el servicio. Decir que estaba malo sería engañaros. Hay realidades que superan los conceptos que se crearon para intentar definirlas.

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Bocadillo El Llit (6,60€) Patatas El Llit (4,10€) Alitas de pollo a la barbacoa (6,20€) Nachos gratinados con guacamole y jalapeños (4,80€) Agua pequeña (1,00€) Cerveza Epidor (2,20€) Piña colada (6,50€). Total: 31,40€

Mustang de Deniz Gamze Erguven



Decir que ser mujer es un asco es estúpido. Por el contrario, afirmar que, por ser mujer, la sociedad puede conseguir que tu vida sea un asco, es constatable. Deniz Gamze Erguven rueda esta película titulada Mustang y apodada, no sin acierto, Las vírgenes suicidas turcas. Intuyo que el título viene dado por la idea de libertad que transmite la palabra, desde el caballo salvaje e indómito de las praderas norteamericanas hasta el coche que recorre sus carreteras desde el 67.

La película, como sus protagonistas, es bella, amarga y rebelde. A mí consiguió indignarme y no porque viva ajeno a la existencia de este tipo de injusticias. La historia es enervante hasta que se vuelve deleznable cuando sucede lo que todos anticipábamos pero esperábamos evitar. No voy a explicar nada del guión porque la comparación con la película de Sofia Coppola es pista más que suficiente para hacerse la idea.

Me ha gustado mucho. Es una película que muestra lo que sucede en las zonas rurales en Turquía y, con salvedades tal vez, lo que pasaba aquí antes y que tan bien plasmó Lorca en La casa de Bernarda Alba. Debe de existir algún libro de Historia acerca de la opresión hacia las mujeres, ejercida tanto por hombres como por ellas mismas, que intente explicar el por qué; si es exclusivamente fruto de la testosterona o hay algo más que haga que menospreciarlas y someterlas sea tan común.

De si verlas como algo sucio es exclusivamente el resultado de una inmerecida metonimia donde el deseo pecaminoso pasó del sujeto al objeto (término no sin doble interpretación y filo) o hay más factores en el proceso y cuáles. Es como si se aceptara como razonable que el hambre surge de la comida y no de las súplicas del estómago; como si el hambre fuera algo despreciable por controlable y anulable y no una necesidad biológica tan natural como libre de culpa.

Super Humor de Superlópez nº 17


¿Quién me iba a decir que volvería a comprarme un Super Humor? El número 17 de Superlópez (a 17€ también) recopila los álbumes 68, 69 y 70 con las historietas de Tres pizzas y un muerto, El Supergrupo contra los Demoledores y Mambrú se va a la guerra.

Tres pizzas y un muerto es bastante malo. Es una historia que, juraría, parodia alguna película. ¿Acaso Misterioso asesinato en Manhattan o similiar? Una sucesión de malentendidos lleva a Superlópez a pensar que ha habido un asesinato... pero sólo a él. Es tan evidente todo que al lector no le surge la duda en ningún momento. Paralelamente, hay unos mafiosos haciendo trapicheos en el mismo pueblo a los que calentará a base de bien como es costumbre.

Mambrú se va a la guerra trata el tema de los jóvenes europeos que, reclutados por Daesh, marchan a Siria a recibir entrenamiento. Jan nunca se ha cortado a la hora de incluir la realidad social en las páginas de sus cómics, sin escatimar en crítica. Es algo que aprecio mucho si realmente algún niño o adolescente sigue acercándose a ellos. Desgraciadamente para sus arcas, creo que su público actual está formado sólo por treintañeros nostálgicos, a quienes la crítica se les queda corta o, peor, se la trae al pairo.

Tanto Tres Pizzas como Mambrú tienen eso tan aburrido de hacer ir al protagonista de un lado para otro sin rumbo para rellenar las 48 páginas, terminando con cuatro mamporros en las dos últimas. Superlópez es tan poderoso que a los terroristas o a los mafiosos de turno se los ventila en un plis plas. Queda patente que el autor está aburrido del personaje. Ha intentado tomar, si no nuevos caminos, al menos sí algo de aire fresco (como aquel Cederrom o Tadeo Jones) pero estos proyectos no han acabado funcionado.

Haciendo tándem con Efepé en la nueva aventura de El Supergrupo sí que se aprecia el sabor de antaño, la aventura, el humor. La crítica social está muy bien pero no debería barrer la esencia de este tebeo, que es pasar un buen rato. Lo que no puede ser es que, al final, todo quede en medio de la nada, donde el análisis es simple y la comedia invisible. Pero, bueno, como digo, es comprensible. Son muchos años ya y esto debe de haberse convertido en un curro de subsistencia para el autor.

Esta parodia de los cómics donde se agrupan varios superhéroes a estilo de Los Vengadores o La Liga de la Justicia, si bien no alcanza ni de lejos el nivel de sus inicios, entretiene mucho más. Nos hace reír y, además, nos habla de la especulación urbanística y la edificación en espacios naturales con el caso del hotel El Algarrobico. La historia no tiene mucho sentido pero es muy gracioso volver a ver al Capitán Hispania, a Latas o a La Chica Increíble sacar de quicio a Superlópez.

No me ha defraudado excesivamente porque ya sé de qué pie cojean en la actualidad tanto Superlópez como Mortadelo. Después de tan buenos ratos, me resulta injusto o desagradecido menospreciarlo. Lo que queda claro es que la historieta que más me ha merecido la pena, y que nos retraerá a nuestra infancia o juventud, en la de El Supergrupo: unas risas nostálgicas que sientan la mar de bien.

Por sus obras le conoceréis de Jesse Jacobs


Por sus obras le conoceréis es un cómic interesante en su aspecto visual. De su historia no hay que esperar demasiado, pues no es más una excusa para que el autor dé rienda suelta a la creatividad de su muñeca. Una competición cósmica de jóvenes demiurgos sirve para que Jesse Jacobs nos deleite con sus obsesivos puzzles de tinta.

Este trabajo está especialmente dirigido a los amantes del horror vacui, la geometría y los laberintos. Siendo escrupulosamente exacto a nivel cromático, las ilustraciones están entintadas en azul petróleo y pintadas en tonos malva y aguamarina, colores que, pese a lo que pudiera imaginarse, no plasman sobre el papel figuras dulces y delicadas.

El estilo de Jacobs es feísta, con seres deformes y desproporcionados, pero maravillosamente bello es su empecinamiento por llenar las viñetas de líneas enroscadas las unas sobre las otras. El estado del lector saltará constantemente entre el manso placer de detenerse a contemplar los mandalas y el crispante desagrado con el que huirá de las escenas de violencia caníbal y cotidianeidad coprófaga.

Por sus obras le conoceréis juega un partido de tenis con nuestros sentimientos, una mezcla de contrarios donde la belleza y el horror, la grandeza y la mezquindad, la vida y la muerte, conviven entre lo celestial y lo terrenal. Justo como juega la editorial Dehavilland con el brutal el nombre de la colección: La mansión en llamas. Me encanta.

Los Kurdles de Robert Goodin


Me atrajo este tebeo por el dibujo y por la extrañeza que me provocó. Es una especie de fábula con seres fantásticos que no está dirigida a niños. Parece pensada en los años 80 pero repensada en la actualidad, con una mala leche y un cinismo muy sutiles.

Sally es una osita de peluche que abandonan en el bosque. En mitad de la tormenta se encontrará con un espantapájaros, un unicornio antropomórfico y un pentápodo (es decir, un ser con tres extremidades menos que un octópodo). El trío tiene un perro que se comporta como tal.

Cuando Sally los conoce, están en mitad de un problema: a la casa de uno de ellos ha empezado a crecerle pelo. Deben intentar detener el avance del vello si no quieren que el edificio se convierta en un monstruo gigante con patas que se marche del lugar y los deje sin techo.

La osita les ayudará, o eso esperan. Lo cierto es que, más allá de algunas apreciaciones desmotivadoras, la pequeña anda ensimismada, aún en shock por haber sido arrojada por la ventana del coche en el que iba a casa. Ha pasado del confort de un hogar a la incerteza de un lugar donde las casas crían pelo.

El autor, Robert Goodin, no parece inocente. Como animador, ha colaborado en series como Padre Made in USA, Rugrats, Duckman o Los Thornberrys. Siendo historietista, ha participado en la antología independiente Mome y ha publicado los álbumes The Man Who Loved Breasts y Binibus Barnabus.

Su estilo me gusta mucho, y no menos el entintado y el color. El relato mezcla simpatía, tristeza, imaginación, nostalgia y mala leche en una masa que, pese a ciertos toques excéntricos, o gracias a ellos, tiene un sabor fabuloso.

Los Kurdles es, sin duda, un acierto de Ediciones La Cúpula. Espero con ansias su continuación.

La luna del revés de Blutch


Siendo reduccionistas, Blutch tiene dos caras: la cómica y la artística. No son excluyentes. Blutch no abandona el humor cuando se pone sesudo ni descuida su estilo cuando se burla de todos. Pero es cierto que en Blotch y El pequeño Christian los chistes y la trama son más sencillas, más accesibles, mientras que en La voluptuosidad y La luna del revés hay una mayor elaboración en los trazos de un pincel donde las gracias y el guión se difuminan y hasta opacan.

Me ha costado seguir la historia de La luna del revés. Hay un desajuste temporal en la trama que no alcanzaba a comprender. Este álbum habla de un futuro deprimente que es nuestro presente disfrazado con otro manto más de extravagancia, aumentado y deformado por el monóculo de un loco psicótico, lleno de excentricidades que acaban sumando nuestro absurdo actual y atemporal.

En esta realidad, la gente se sienta en taburetes frente a máquinas amorfas donde introducen sus manos sin tener idea de qué hacen ni qué fabrican. Apoyan sus posaderas en el asiento y gastan ocho horas diarias de su vida sin saber ni importarles para qué, de modo bastante similar a los trabajos que tenemos hoy la mayoría. No trabajamos para un fin. El trabajo es el fin.

Lantz es el autor del Nuevo Nuevo Testamento pero su seso está seco, no sale nada, y la editorial le exige la publicación inmediata del próximo volumen. Liebling es una joven que quiere plasmar a través del arte todo lo que burbujea en su cabeza pero su familia le exige trabajar. Ambos sucesos, en épocas distintas, se cruzan y crean una única trama de ciencia-ficción y crítica social.

Me ha gustado mucho el dibujo pero el relato no me ha entusiasmado tanto. Durante bastantes páginas no sabía si me encontraba ante algo demasiado difícil o ante algo sencillo que buscaba ser intencionadamente complejo. Cuando alcancé la resolución, vi que era intencionado y tanto la explicación como la conclusión me dejaron bastante desencantado.

Confieso que La voluptuosidad, que la entendí todavía menos, la disfruté más. Sus ilustraciones son brutales, estremecen. Aquí brilla el genio de Blutch pero se queda a medio camino, como dando a entender que para ser más comprensible, debe simplificar también su dibujo. El objeto de la crítica lo comparto totalmente pero la historia me ha parecido innecesariamente rebuscada.

Sharknado 3






Sharknado me pareció muy entretenida, una mala película que se sabía mala y avanzaba in crescendo hacia la alocada hipérbole final. Sharknado 2 repetía fórmula pero se mudaba de Los Ángeles a Nueva York y, aunque más aburrida que la primera, conseguía una gran final, divertido y más exagerado que su antecesora.

En Sharknado 3 todo el mundo pasa de todo. No sólo se sabe mala sino que busca serlo todavía más. El comienzo ya podría haber sido una sola película, absurda y desproporcionada, con el protagonista y el presidente de los Estados Unidos matando tiburones en la Casa Blanca mientras un tornado de escuálos asesinos destruye por completo la ciudad de Washington.

Pero eso es sólo el principio. La película buscar ir a más atravesando un desierto de tedio hasta despegar en una nave hacia el espacio donde seguir haciendo el bestia. Si con la segunda me aburrí, con esta me agoté. No sé siquiera si había guión o soltaban a los actores delante de la cámara con la orden de que lo hicieran lo peor que fueran capaces.

Los minutos finales son apoteósicos en el mal sentido. Como si no hubiera quedado claro que la fórmula está más que agotada, tienen los santos redaños de meternos la burrada padre y cerrar la película con un "fin" entre interrogantes. ¿Una cuarta parte? Si hay otra, y deciden seguir el camino de esta tercera, no imagino cuán nefanda podría llegar a ser.

A crise explicada as crianças de João Miguel Tavares y Nuno Saraiva


Esta fábula satírica portuguesa obra de João Miguel Tavares y Nuno Saraiva habla de las dos visiones tan diferenciadas que se tiene de la crisis desde la derecha y desde la izquierda. Cada una empieza en la cara opuesta de libro, coincidiendo ambas en el centro y con una conclusión similar, una equivalencia que me parece tan irónica como injusta

En la parte dirigida a la derecha, los osos son unos vagos tragones que no tienen nunca suficiente miel y acaban destruyendo el sistema de las hacendosas abejas. En la versión de izquierdas, los insectos han engañado a los osos con la miel y, ahora que todo va mal, los responsabilizan del fracaso del sistema.

Puede ser un libro de carácter humorístico pero su final relativista donde todos culpan a todos y todos tienen razón me parece envenenadamente conciliador. Quiero decir, ¿con la crisis todos estamos igual? ¿Todos hemos perdido lo mismo? ¿Todos sufrimos igual? ¿Todos tuvimos el mismo control de la situación y el mismo conocimiento de ella? Lo dudo mucho.

Yoi Yoi Gion, restaurante de Udon en Barcelona

Av. Diagonal, 383

He ido dos veces al Yoi Yoi Gion. La primera vez acudí gracias a las buenas críticas que mi pareja había leído en internet y no salí demasiado satisfecho. La segunda, cenamos con unos amigos y acabé mucho más contento. Esta diferencia se debe, en parte, al diseño confuso de la carta.

Tal como está dispuesta la sección de las sopas, da la sensación de que puedes elegir entre dos caldos y, luego, escoger los ingredientes que desees. Sin embargo, al único que puedes añadirle extras es al caldo sencillo, que sería como una base. El otro, el de curry, es un plato cerrado con el que te aconsejan (es decir, te prohíben educadamente) que no le añadas nada más.

Arriba se puede leer Udon (caliente, con caldo),
Hiya Udon (frío, sin caldo) y Curry Udon

Así, la primera vez me encontré con muchos ingredientes que quería probar, con un caldo de curry que me sonó delicioso y con la frustración amarga de no poder combinarlos. Al final, pedí el caldo sencillo con mochi ten (pasta de mochi frita), gomanegi (cebolleta con sésamo) y kakiage (fritura de verduras y langostino). Pues bien, su caldo base no era malo en absoluto pero me pareció muy suave.

He investigado un poco y creo que se debe a que no utilizan ingredientes artificiales. Hasta el momento, la sopa de udon que he probado y que preparo lleva dashi, mirin (vino de arroz) y salsa de soja. Es esta última la que le da el color marrón al caldo y ese sabor más fuerte, más salado. El caldo del Yoi Yoi Gion supongo que no lleva o tiene muy poca.

Repito, la sopa era buena pero no me ofreció el sabor que yo espero en un bol de udon. Cuando regresé, fui directamente a por el caldo de curry y disfruté muchísimo porque sí que era el sabor que mi paladar esperaba. Si no recuerdo mal lleva huevo, patata, zanahoria y pollo. Estaba riquísima. Aúna el sabor del curry japonés y el placer de la sopa de Udon.

El Curry Udon está delicioso

Hay que apuntar que otro de los puntos importantes del Yoi Yoi Gion es que hace sus propios fideos. Esto se aprecia en la textura y el sabor de los mismos. Cabe destacar también que, cuando los ingredientes son fritos, los sirven en un plato a parte y no dentro de la sopa para evitar que el caldo quede aceitoso y que el rebozado se reblandezca.

La decoración del local es extraña, pues se ve algo desangelada. Tiene una entrada elegante pero luego, por dentro, y pese a los dibujos del mangaka Yoichi Takahashi (que debió de visitarles cuando vino a hacer el mural del estadio de fútbol del Sabadell), parece una nave industrial reacondicionada como restaurante. Se ve vacío y frío. En ese aspecto, no resulta demasiado acogedor.

Lado bonito del restaurante, a la izquierda

Lado desolador, estilo industrial experience, a la derecha

Aunque el caldo base me parece demasiado suave, los fideos y los ingredientes son buenos y sabrosos. El curry udon está tremendo. La primera vez que fuimos, la comida nos costó 48€ y quedamos llenos a reventar1.

Más información:

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1 Edamame (3,5€); Gyozas (5€); sopa de Udon (7€) con Kakiage (5€), Mochi Ten (3€), Gomanegi (1€); otra sopa de Udon (7€) con Gomanegi (1€) y huevo (1€); Dorayaki (4,5€), Daifukumochi (5,5€); agua natural (2€); té frío (2,5€)

Lectura e internet


En la estación:
–Ey, ¿dónde vas?
–No lo sé. Sólo quiero coger un tren para leer este libro.
–¿Y por qué no lo lees en tu casa?
–En mi casa hay internet.

Chiste de Leleoz en Happy Monday Comics
(http://happymondaycomics.com/)

Condenados a estudiar Historia

Chiste gráfico dibujado por el humorista Tom Toro

«Aquellos que no estudian la Historia están condenados a repetirla. Y los que sí la estudian están condenados a no poder hacer nada mientras todos los demás la repiten.»

Chiste del humorista gráfico Tom Toro sobre la célebre frase de George Santayana: «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo».

El prólogo de Daño Gratuito de Paco Alcázar

Aunque Daño Gratuito, el libro que recopila los primeros trabajos de Paco Alcázar, no me gustó en absoluto porque los chistes me parecen muy malos, más inclinados a decir la burrada más gorda pero no la más ingeniosa, tiene dos cosas que me gustan.

Daño Gratuito contiene el primer chiste que leí del autor, en un ejemplar de la revista Tramas, que me regalaban en Norma Cómics Sabadell. Casi me cortó la respiración de la risa y lo macabro de la situación.

El otro detalle maravilloso es el prólogo, dibujado por el Paco Alcázar del presente, muy superior a aquel principante. Retrata el futuro terrible al que nos dirigimos, con una mezcla de asco, vergüenza y miedo que me afecta más que cualquier amputación o canibalismo de sus primeros trabajos.


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