10.000 km de Carlos Marqués-Marcet [algún SPOILER]


Natalia Tena (Osha en Juego de Tronos) y David Verdaguer (el "Reporter del Bigoti" del APM?) interpretan la pareja protagonista de la ópera prima de Carlos Marqués-Marcet.

Álex y Sergi quieren tener un hijo pero cuando a ella le ofrecen una beca de fotografía en Los Ángeles (EE.UU.) su proyecto de vida en común queda en suspenso. Durante un año, intentarán salvar su relación a pesar de la distancia.

Esta película romántica, a medio camino de la comedia y el drama, hace un buen uso de las redes sociales para narrar la historia. Las interpretaciones son buenas, siendo ella superior a él, aunque el ritmo es lento, haciéndose por momentos aburrida.

Los planos largos se hacen excesivamente largos. Los diálogos insulsos, cotidianos, buscan aportar realismo e intimidad a esta historia de amor que le da unas cuantas coces en la entrepierna al género, aunque no cabe esperar demasiada innovación.

No me desagradó. Hubo momentos que me conquistaron pero, realmente, hay momentos tediosos. La escena de sexo al principio es interminable y, aunque pretenda mostrar la situación antes de la noticia de la beca, se siente como innecesaria.

El final es un corte inmisericorde, un choque frontal con la realidad, que deja al espectador como a medias, como si no fuera una resolución. Pero lo es. Muéstrense los créditos.

Al tanto que va de canto, vinacoteca y restaurante en Sabadell

Sant Pau 37, Sabadell
Al tanto que va de canto es un nombre un tanto sui géneris para una vinacoteca de ambiente bohemio, decoración vintage e iluminación romántica. La verdad es que no sé muy bien cómo escribirlo porque en su casi testimonial página de Blogger se refieren a ella como "Altanto que va de Canto" pero, luego, en un post de 2009, el redactor da a entender que es "Al Tanto que va Decanto" ya que hay un juego de palabras con "tanto" (ración) y "decanto" (del verbo decantar).

Sea como fuere, las dos veces que hemos ido nos hemos encontrado al dueño en la puerta, siendo la primera un fiasco porque era sábado y no teníamos reserva. En ambas ocasiones el hombre me ha parecido algo excéntrico, una especie de pianista enloquecido con el síndrome de Diógenes. Cuando nos hemos sentado y nos ha explicado de manera tan educada como afectada que por la noche no tenían carta sino degustación me he temido lo peor.

Por suerte, estamos aquí para equivocarnos y rectificar. Fue una cena espléndida con una trato exquisito. Más allá de la charla de presentación y la recitación de los diferentes platitos que entraban en la degustación, el dueño ha estado atento sin molestar. A mi pareja, con un par de preguntas rápidas le ha sugerido un vino blanco seco ecológico de Alella con el que ha acertado al cien por cien. Maldita sea que haya olvidado el nombre.

Como siempre, las fotos pésimas corren a mi cargo
Los platos que nos sirvieron fueron una crema, a elegir entre una de trompetas de la muerte y champiñones y otra de calabaza con queso; dos porciones de quiche, una de alcachofas con salsa romesco y otra de pera; un pastel de pescado, un trinxat de la Cerdanya y el último de rosbif. Creo, sin embargo, que me olvido uno más. La presentación de todos era de foto y el sabor, de órdago.

Ofrecen un surtido de postres artesanos espectacular. Yo comí una sopa de fresa con una bola de helado de yogur y mi pareja un pastel de chocolate relleno... ¡de profiteroles! Pudimos conversar disfrutando de la comida. El lugar, a diferencias de las fotos de su web, está repleto de cachivaches pero todos conforman una decoración bonita y llamativa. En ningún caso es recargada como la de un chino o un cuadro de Martin Handford.

Fue una velada agradable. El menú de degustación cuesta 16,90€ por persona. Los postres fueron 5,50€ cada uno. El agua es Aquabona Santolín y sale por 1,75€. El precio de la copa de vino supongo que dependerá del mismo; el blanco que pidió mi pareja fueron 3,20€. En la cuenta final salimos a 25€ por cabeza. Es un lugar acogedor muy recomendable para cenas románticas y tranquilas.

Tres bodas de más


¿Qué decir? Como Magical Girl, me ha parecido una película bastante marciana pero, a diferencia del filme de Vermut, no en el buen sentido. La moraleja me gusta: esta comedia romántica no regala una resolución gilipollas (aunque si algo rosa) para mujeres sumisas y pasivas. Más allá de esto, sin embargo, creo que he entendido poco.

He tenido la misma sensación que con Primos: invitado a una fiesta donde no conozco a nadie, me paso la noche escuchando los chistes de camarilla que se cuentan el resto de invitados. Todos se ríen mientras yo me quedo con cara de vaca viendo pasar el tren. Tanto la trama como las gracias comparten una estructura rara, un ritmo que no asimilo.

Parafraseando a un amigo-troll de Twitter, lo mejor es la morena: una Inma Cuesta que es guapa a rabiar y que, pese a las malditas gafas de secretaria de peli porno que la moda ha impuesto, consigue partir en dos la línea de mi encefalograma. Su personaje tiene cosas buenas pero, luego, también demasiadas malas, como el resto. Quim Gutiérrez hace su personaje de siempre.

Las bromas van de lo escatológico a lo burro (por bestia y por estúpido). Hay post-humor (pos-tumor) con diálogos que lo dejan a uno a cuadros, totalmente descolocado esperando entender si ha pillado la broma o no. El problema, en definitiva, es lo que he dicho al principio, el mecanismo humorístico con el que funciona soy incapaz de descifrarlo.

Una cosa es que una película tenga unas bromas nefastas. Eso quiere decir que has visto que había un chiste, que lo has reconocido como tal y has juzgado que no estaba demasiado bien traído. Otra, como es el caso actual, es no saber si acabas de escuchar un chiste o una incoherencia o un diálogo estirado en exceso. Vamos, que ni puta idea, señoría.

Redada Asesina 2 (Raid 2: Berandal)


La secuela de The Raid: Redemption no envidia en casi nada a su predecesora. Aunque es más larga y se hace más lenta (de los 101 minutos de la primera pasamos a los 148 de esta), la trama es mejor y la coreografía mucho más impresionante.

Tras salir vivo del edificio de la primera película, el protagonista descubre que los policías sobornados por la mafia quieren quitarlo de en medio para evitar que revele información. Su única salida es un policía supuestamente honrado, que le propondrá inflitrarse en una de las familias criminales que controlan la ciudad para obtener los nombres de los policías corruptos.

Como ya he dicho, el ritmo es más lento. Los primeros 90 minutos preparan el terreno. Da la sensación de que hay pocas peleas porque están menos concentradas que en la primera, pero las que hay son sencillamente alucinantes. Hay una motín en una prisión que es una locura absoluta.

La media hora siguiente empieza a calentar motores con más violencia, y avanza con paso firme hacia un final de sangre y peleas extremas. Iko Uwais muestra las ventajas del Pencak Silat para luchar en espacios reducidos y defenderse de objetos contundentes como martillos o bates.

Está muy bien rodada. Pese a que me ha resultado más aburrida que la primera, el crescendo de la acción es espectacular. El director, el galés Gareth Evans, sabe crear tensión a través de los silencios, de las miradas de los personajes, de los planos de cámara.

Las peleas con kujangs y martillos del final cortan la respiración del espectador, porque sabe que no es un puñetazo en la cara, es un tajo directo a la yugular, es un trozo de metal intentando destrozar el cráneo del protagonista. Ves pasar las cuchillas como si cruzaran frente a tus ojos. Fantástica.

The equalizer (El protector) [SPOILER por aquí, SPOILER por allá]


Esta película, un poco salida de la nada, tiene, por lo visto, un serie homónima a sus espaldas que data de la década de los ochenta, aquella época dorada en la que florecieron circonitas como El equipo A, MacGyver o El coche fantástico. No me suena que esta se estrenara en España. Según Wikipedia, sí que llegó a Latinoamérica bajo el nombre de El Justiciero.

En 2014 fue adaptada a la gran pantalla, convirtiendo al superagente británico original en un estadounidense gris en el que convergen la esencia de Ned Flanders, Batman y Bubba de Forrest Gump (lo digo por el dobaje, donde la voz suena algo, ejem, lentita). Sin haber visto la serie, no puedo saber si los cambios han sido todavía mayores.

La peli va de Bob o Robert, interpretado por Denzel Washington, un don nadie que trabaja en un Leroy Merlin de los USA que, por lo visto, esconde un pasado como agente secreto de la CIA o del FBI o alguna de estas que nos espía a través de internet. No queda claro porque el director de bello nombre, Antoine Fuqua, es bastante parco a la hora de desvelar los orígenes del personaje.

No sé si la escasez de datos se debe a que se dan por supuestos debido a la serie o porque se busca imbuir al personaje de un aura misteriosa. Si la intención era que todo este tinglado girase en torno a la fascinación que pudiese provocar el tal Bob, en mi caso no lo han conseguido. El prota es una especie de Bartleby que, en vez de repetir "Preferiría no hacerlo", te escabecha vivo.

Mata proxenetas, corruptos, mafiosos; en definitiva, se carga a la mala gente. Es como el Tío la Vara de José Mota pero en vez de un palo lleva una Black&Decker. Y es de un maniqueísmo feroz. Los villanos son más malos que la tiña y los buenos son tonticos laboriosos y esforzados. Es totalmente la visión de la buena gente que tienen los Republicanos en los EE.UU.

El tema está en que el tipo se cepilla a la peña de manera casi mágica. De repente aparece y te suelta la moralina. Te ríes y le vacilas. Vuelves a mirar y no está. Te giras y está a tu lado haciéndote una llave de jiu-jitsu para enseñarte lo que es bueno. Vale, el tipo puede ser ex agente de la repolla pero hay cosas que son más difíciles de digerir que la entrepierna de Nacho Vidal.

Es prácticamente omnipresente y omnisciente. En vez de a Denzel deberían haberle dado el papel a Morgan Freeman para que hiciera de Dios. En la última pelea le machacan a base de bien una pierna (antes de esto, los matones apenas le habían dado un soplo) y, en la escena siguiente, aparece caminando sin problema. Va de normal pero tiene que ser un X-Men o algo así.

Frente a un personaje que no tiene debilidad alguna, ¿qué interés tiene tanta lucha? Ninguno. Dándose cuenta de esto, supongo, el director debió de decidir meter cosas guapas para que la peñita no se apalancase. Así, se gasta un pastizal en hacer explotar un barco y medio puerto. Lo hace, o sea, con un detalle... con unos efectos especiales... todo a cámara lenta... buf, canela en rama.

Pero, cuando todo acaba, nada tiene relevancia ni lógica. Los fotogramas se suceden ininteresantes como vagones de Renfe pasando por la estación de Moncada-Bifurcación. La última pelea es totalmente macgyveriana. El tío, que no lo había hecho hasta entonces, se pone a hacer inventos con alambres, arena y demás cachirulos que anuncian en Bricomanía.

Luego, tanto que parecía ocultar su identidad, pasa de todo. La gente lo ve en el despiporre de la lucha contra el malo final (que es el actor al que contratan cuando no se tiene suficiente presupuesto para pagar a Kevin Spacey) y, por lo visto, aunque ha matado a la cúpula rusa que traficaba en la ciudad, son detalles sin importancia que no le impiden seguir en su casa de siempre o currar en el Leroy Merlin.

Recomendada para: Kristian Pielhoff
No recomendada para: los que no saben quién es Kristian Pielhoff

Kin Thai, restaurante tailandés en Sabadell [CERRADO]

Garcilaso 4, Sabadell

Lo descubrí por casualidad y fue un acierto. No sé si la comida que hacen es realmente tailandesa. No lo digo porque no me fíe de ellos sino porque nunca había tenido contacto con la gastronomía del país y alguien más informado podría quejarse de que es cocina fusión o algo por el estilo.

Sea como fuere, está de toma pan y moja (aunque no hay pan, sólo arroz). El local es muy agradable y la atención por parte de los camareros es buena, aunque hay uno que controla más que el resto. Te aconsejan si pides demasiado, qué platos podrían interesarte o los ingredientes que llevan.

La carta es pequeña pero hay para elegir. Tienen entrantes, ensaladas, sopas, curry, wok, arroces y pasta. Todo lo que probado me ha gustado. Es importante indicar que los platos marcados como picantes son picantes y no especiados como los adaptados al paladar patrio.

A diferencia de otros locales, no crean esculturas vanguardistas más dirigidas a la vista que al estómago. La "tortilla tailandesa" te la ponen y ves que es una tortilla francesa. No te la cortan para que parezca un cisne o tonterías similares. Se ve aceitosa, lleva su cebollino, lleva cilantro y está cojonuda.

Las raciones no son grandes, es más como un tapeo. Con el plato principal te aconsejan que pidas arroz para que te llene. Alguien que suela comer mucho podría resultarle escaso. Yo siempre me he quedado bien, aunque nunca saldrás a reventar como en un chino.

Hubo unos fideos algo pastosos que a mi pareja no le gustaron pero que a mí me parecieron adictivos como rayas de cocaína. También me pedí un wok con castañas de mar y anarcardos que estaba espectacular. Tienen un sabor característico que me ha vuelto adicto.

Los nombres de los platos me resultan muy confusos. Parece que hubieran tirado unos dados con sílabas para inventarlos. Lo curioso es que si a los camareros les pides un arroz con setas, no te entienden. Debes decir "Poh Pa Mai" o "Nam Tom Pei" o "Pim Pam Pum". Y son españoles.

Hay una copa de helado riquísimo de cuyo nombre no quiero acordarme. Son tres bolas a elegir entre cuatro sabores: té verde, té rojo tailandés, canela y coco. Las dos veces he prescindido del matcha japonés. Es el mejor remate de fiesta.

Con una mínima decoración elegante y una mínima presentación efectiva, han montado un restaurante recogido que te invita (pagando) a disfrutar una comida muy agradable. Se sale a 20-25€ por cabeza1 y ofrece algo diferente dentro del panorama culianario sabadellense.

Más información:


Otra crítica con buenas fotos:


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1 Empanadillas Karee puff ke (5,30€) Pah Pia Phak (5€) Fideos salteados Pad Thai (7,75€) Wok con gambas (9,50€) Bol de arroz blanco (2,70€) Cerveza Singha (2,70€) Agua de 50cl (2,30€) Nestea (2,50€) Helado Kin (5,30€) Bola de helado de coco con crumble (3,95€) Cortado (1,60€) Total: 48,60€

Relatos salvajes de Damián Szifron


Vista la película, debo confesar que durante todo el metraje deseé que fuera un libro. Relatos salvajes sería una de mis antologías de cuentos ideales: historias concisas, inteligentes, repletas de humor negro, mordaces, incisivas, muy bien construidas y sin elementos superfluos.

Ni por asomo me imaginé que iba a gustarme tanto. Es un trabajo realizado con talento y oficio, obra del cineasta argentino Damián Szifron, guionista y director de los mismos, que ya obtuvo el reconocimiento nacional con la serie Los Simuladores.

Los seis argumentos no se cruzan, son independientes. Su esencia, sin embargo, es la misma: situaciones cotidianas que se agravan de manera hiperbólica con una progresión perfectamente medida, controlada, como el mecanismo de un reloj.

Tenemos al tipo que se le lleva el coche la grúa, la boda en la que se destapa una infidelidad, el tipo que insulta a otro en la carretera, el reencuentro con la persona que te arruinó el pasado,... Ninguna trama tiene desperdicio. La que sirve de prólogo es hilarante.

No tiene sentido destripar más. Lo dicho: hay que verla. Recomendadísima.

Magical Girl de Carlos Vermut


Magical girl es una película extraña. Yo la vi sin tener información acerca del argumento pero tras  haber escuchado buenas críticas. La calificaban como un peliculón. Debo decir que la trama es más rara que un perro verde pero el ritmo y los planos con los que está rodada me han encantado.

No es bizarra como para que, terminada, uno concluya que es un sueño de Antonio Resines. Todo queda ligado y se tiene la sensación de que se ha visto un producto de calidad. A diferencia de críticas muy elogiosas, no voy a decir que es una obra maestra.

Carlos Vermut sabe rodar y sabe crear algo distinto sin caer en lo mismo de siempre. La isla mínima es una buena película pero su relato no me resulta original. Las últimas tramas policiacas españolas están todas cortadas por el mismo patrón. Magical Girl, en cambio, tiene difícil comparación.

La historia entra en meandros inverosímiles pero las interpretaciones de todos los actores, y sobre todo la de José Sacristán, me han robado el corazón. Carlos Vermut crea una tensión que va escalando hacia su culminación.

No tiene mucho sentido intentar hablar de la historia. Al principio parece una narración lacrimógena con actuaciones algo distantes, marcianas. Luego, todo se da la vuelta y entra en un terreno escabroso repleto de humor negro. Te ríes y dices: "Joder, soy un monstruo". Pero vale la pena.

Arcàdia de Tom Stoppard en el teatro El Ciervo de Sabadell


No conocía el grupo de teatro amateur El Ciervo de Sabadell ni tampoco conocía la obra ni al dramaturgo. Cabe decir que no se han ido a por una obra pequeña.

En Arcàdia (1993) de Tom Stoppard, Bernard Nightingale es un crítico literario bocazas y fanfarrón a quien una investigación en torno a la figura de Lord Byron lo conduce hasta el palacio rural Sidley Park en Derbyshire. Allí se encuentra también Hannah Jarvis, una escritora de éxito tras la publicación de su ficción biográfica acerca de Lady Caroline Lamb, cuya novela fue despellejada por Nightingale.

Con un espacio único, la trama se mueve entre dos momentos en el tiempo, mostrándonos sucesivamente lo que ocurrió realmente en Sidley Park en 1809 y las conjeturas de ambos estudiosos en la actualidad. Es realmente divertido ver cómo, desde el presente, ambos investigadores hacen suposiciones totalmente erróneas a partir de pruebas más que discutibles. En el siglo XIX, sin embargo, tampoco se salvan de hacer el ridículo.

En el Sidley Park de antaño, los líos de faldas estaban a la orden del día. Nos encontramos con una obra con mucho regusto a Oscar Wilde, con juegos de palabras y personajes altivos e imbéciles cuyos oídos alzan el vuelo al Paraíso al captar la más mínima lisonja. Arcadia es una obra, sin duda, cómica, que revela un transfondo trágico a medida que avanza la historia y se descubra qué sucedió realmente.

Desgraciadamente, pese al gran esfuerzo por parte de la compañía de El Ciervo, hay tres jóvenes actores cuya interpretación no puedo elogiar. Sin querer hacer mala sangre, el personaje de Septimus Hodge, relevante para entender lo ocurrido en el pasado, tiene una puesta en escena muy plana. Cuesta entender su dicción afectada y defectuosa. Su recitación de corrido anula cualquier doble sentido. La luz que podría arrojar se queda sin pilas.

Dicho esto, la obra es un drama complicado y llevado con gran valor por parte de los actores de principio a fin con una puesta en escena muy sencilla y acertada, a la que no se le puede poner queja alguna. No se han amedrentado y es envidiable cómo han echado toda la carne en el asador. Desgraciadamente, el resultado final deja bastante que desear. Lo peor, sin duda, fueron unas putas viejas que estuvieron hablando durante la función.

La sala de El Ciervo no es muy grande. Pese a lo mucho que se critica a los adolescentes, era un grupo de yayas parlanchinas las que, sordas supongo, se hacían comentarios en mitad de los diálogos para que todos los escucháramos. Las 2 horas y media con un descanso intermedio de la obra no fueron una maravilla pero, si no te interesa, te largas y no te quedas a tocar los bemoles del resto del público.

Teatro: El Ciervo, Viladomat 26, Sabadell
Días restantes de la obra: sábado 14 y domingo 15 de marzo
Precio de la entrada: 7-9€
Página web: http://elciervoteatre.com

Child of Light de Ubisoft Montreal


Child of Light es un juego que me cautivó por su estética de cuento de hadas. Me lo compré por menos de 10€ en la tienda virtual de Nintendo.

Una noche de 1898, Aurora, la hija del Duque de Austria, no despierta. Todos piensan que ha muerto. Sin embargo, la niña ha aparecido en mitad de un bosque lleno de criaturas fantásticas del que tendrá que salir para descubrir el misterio que la ha traído hasta él. Un fuego fatuo llamado Igniculus la acompañará en su odisea a lo largo del mundo de Lemuria.

Es un juego de rol con puzles. Aurora irá reclutando amigos para poder combatir a las criaturas con las que se topará en su aventura. Cada aliado tiene una característica (curación, ataque, magia, etc) que lo hace único. Los rompecabezas consisten en resolver laberintos, completar misiones o encontrar objetos que faciliten el acceso a zonas bloqueadas.

El apartado gráfico es preciosista y cautivador. Las ilustraciones de los personajes y los fondos parecen realizados en acuarela, imitando un cuento de hadas. Desgraciadamente, el ritmo es lento y se hace aburrido. Recorrer el reino de Lemuria es tedioso. Lo peor es que los diálogos en verso no han sido bien traducidos y la métrica y la rima son un despropósito.

Contrariamente a lo que cabría esperar, desde mi punto de vista, el juego no es para niños. No porque toque temas adultos o haya palabrotas, en absoluto, sino a causa de los monstruos y el audio de sus rugidos fantasmagóricos. Me parecen terroríficos. ¿Qué niño no tendría pesadillas con ellos? Después de tanto tiempo esperándolo, ha acabado resultándome un chasco.


ACTUALIZACIÓN (10/11/2016)

Volví a retomar el juego y me lo pasé. Debo decir que el final me ha dejado muy buen sabor de boca, me ha gustado mucho. Una vez has superado la historia, puedes seguir viajando por el reino de Lemuria. Desgraciadamente, parece que no hay posibilidad de seleccionar la región donde quieres ir, sino que debes recorrerlo por entero otra vez, zona a zona.

Puedes aprovechar y completar las misiones que dejaste o no pudiste acabar, o seguir luchando y subiendo de nivel. El inconveniente es que para mejorar deberás ir hacia el final del juego para encontrar buenos contrincantes. Los del comienzo mantienen su bajo nivel de inicio y, aunque los puedes matar de un golpe, apenas te dan puntos de experiencia.

Kakania


En la edad en que más aprecio se hace de los servicios del sastre y del barbero, cuando más se mira uno al espejo, muchos suelen soñar en un lugar ideal para vivir o, al menos, en un modus vivendi que esté de moda, aunque no satisfaga al gusto personal. Tal idealización estereotipada de la sociedad viene atribuyéndose desde hace tiempo a un tipo de ciudad superamericana donde para todo, para emprender la marcha o para hacer un alto en el camino, se echa mano del cronómetro. Tierra y aire construyen un hormiguero horadado de calles y pisos. Vehículos aéreos, terrestres, subterráneos, postales, caravanas de automóviles se cruzan horizontalmente; ascensores velocísimos absorben en sentido vertical masas humanas y las vomitan en los distintos niveles de tráfico; en los puntos de enlace se salta de un medio de locomoción a otro, y entre dos velocidades rítmicas, por las que uno es arrastrado y lanzado sin consideración, hay una pausa, una síncopa, una pequeña hendedura de veinte segundos en cuyos intervalos apenas se consigue cambiar dos palabras. Preguntas y respuestas engranan como piezas de máquina, cada individuo carga con sus obligaciones, las profesiones se agrupan, se toma el alimento mientras se hace otra cosa, las diversiones se concentran en zonas especiales, y en otras se alzan torres donde uno encuentra mujer, familia, gramófono y alma. Tirantez y laxitud, actividad y amor se desmiembran temporalmente y se miden conforme a un estricto sistema de laboratorio. Si en el desenvolvimiento de cualquiera de estas funciones surgen dificultades, se desiste de ellas: no tardarán en presentarse otras, o bien alguien que también haya errado el camino; nada de esto perjudica porque el máximo derroche de fuerza es causado por la arrogancia de creerse llamado a completar un fin personal predeterminado. En una colectividad todo camino conduce a un buen fin, si no se titubea y reflexiona demasiado. La meta está puesta a breve distancia, pero también la vida es breve; así se obtiene de ella el máximo rendimiento; el hombre no necesita más para ser feliz, pues el éxito conseguido da forma al alma, mientras que aquello a lo que se aspira sin conseguirlo tan sólo la retuerce; la felicidad no depende tanto de lo que se desea, sino de lo que se alcanza. Además, enseña la zoología que de un conjunto de individuos limitados puede resultar una especie genial.

No es seguro que vaya a suceder así, pero semejantes fantasías recuerdan los sueños de los viajes en que se refleja el incesante movimiento que nos arrastra. Son superficiales, inquietos y cortos. Sabe Dios en qué acabarán. Se debería creer que en cada momento tenemos en nuestra mano los elementos y la posibilidad de ponernos a la obra y de planearla para todos. Si no nos satisface el asunto de la velocidad, inventemos otra cosa. Por ejemplo, una cosa lenta, con una felicidad fluctuante como un velo, misteriosa como un caracol marino y con una profunda mirada de vaca que ya los griegos fantasearon. Pero esto no es así ni mucho menos. La cosa nos tiene dominados. Día y noche viajamos dentro de ella, y en ella desarrollamos toda nuestra actividad; allí se afeita uno, come, ama, lee, ejerce el propio oficio, como si las cuatro paredes estuvieran fijas y lo inquietante es que las paredes viajen sin que lo advirtamos, y los raíles se proyecten como largos hilos tangibles y curvados hacia adelante, pero sin saber hasta dónde. Por encima de todo se pretende tomar parte de las fuerzas que guían el tren del tiempo. Éste es un papel muy confuso: cuando se mira afuera, después de algún tiempo, se ve que el paisaje ha cambiado; lo que aquí pasa de largo, pasó; no puede ser de otra manera, pero, pese a todo sentimiento de entrega, cada vez adquiere más fuerza un sentimiento desagradable, como de haberse pasado del lugar de destino o haber ido a parar a una falsa desviación. Un buen día aparece la frenética necesidad; ¡apearse!, ¡saltar! ¡Un deseo de ser impedido, de no seguir desarrollándose, de parar, de retroceder al punto que precede a un falso empalme! En aquellos buenos tiempos del pasado, cuando aún existía el Imperio austríaco, se podía abandonar el tren del tiempo en un caso así, tomar un tren corriente de una vía férrea común y volver a la patria.

Comienzo del capítulo 8, "Kakania", de
El hombre sin atributos de Robert Musil

Guacamelee! Super Turbo Champsionship Edition


Guacamelee! Super Turbo Championship Edition ya comienza parodiando desde el nombre, en este caso, al mítico Street Fighter. Pero ahí se acaban las similitudes. Guacamelee! es un juego de plataformas, de pasar pantallas, lleno de humor y de un diseño y una imaginería completamente singulares y maravillosos.

Eres Juan Aguacate y debes rescatar a la hija del Presidente de las manos de Carlos Calaca, un esqueleto charro que busca convertirse en una especie de dios aunando el mundo de los muertos y de los vivos. En su cruzada, el campesino Juan irá aprendiendo movimiento hasta convertirse en el luchador definitivo que pueda detener a Calaca.

Es muy interesante porque vas aprendiendo movimientos nuevos, lo que hace que puedas rejugar pantallas anteriores y acceder a nuevos sitios con las técnicas aprendidas. Las pantallas no son aisladas sino que se encuentran dentro de un mismo mundo, como en Super Mario World. Cada lugar tiene su coña: Pueblucho, Desierto Caliente, Bosque del Chivo,...

El nombre de las técnicas no se queda atrás: la Escalada del Chivo, el Salto de la Rana, el Intenso, el Gancho del Gallo,... A medida que el repertorio crece, la dificultad de las pantallas también. No sólo en las nuevas sino que en las anteriores sucede igual, apareciendo más adversarios a batir. Hay veces que uno diría, "Se acabó", pero a base de insistencia se consigue.

Yo, que soy un patata, o "manco" (como dicen ahora los aficionados al videojuego), he conseguido superar el juego aunque sin todos los logros. Lo estoy volviendo a jugar para conseguirlos. Me ha dado muchos momentos de diversión y de risa, y es un juego que tarda uno mucho en agotarlo, pues siempre hay nuevos detalles.

Este juegazo ha salido para muchísimas plataformas: PS3, PS Vita, Steam (Windows, Apple, Linux), OS X, PS4, X360, XONE y Wii U. Se puede jugar solo o acompañado de un segundo jugador. Apto para todas las edades, completamente en español, visualmente alucinante y de un vicio extremo. ¿Qué más se puede pedir? Pues sí, encima, es barato.