El tesorero, el tebeo número 200 de Francisco Ibáñez


Tan grandilocuente el título del artículo y lo "no demasiado" que voy a decir. No es de los mejores de Ibáñez ni de lejos. Eso estaba cantado. Pero hay que decir que, pese a ser la misma historia de gags y mamporrazos de la última década, Ibáñez acierta como ya lo ha hecho tantas otras veces al meter el dedo en el ojo de la política española.

Lejos del humor hiriente que el malestar actual demanda, Ibáñez muestra la naturalidad insultante con la que sucede todo. De modo casi ingenuo, se dejan caer perlas que retratan la corrupción española mejor que ninguna diatriba ponzoñosa. Antes de descubrir que las arcas del Partido Papilar están vacías, el "ministro del Peculio" suelta sin vergüenza: "Vengo a disponer de unos milloncejos de nada... tres o cuatro mil, para gastillos de andar por casa... ¡A ver, abra la cámara acorazada!".

Esa campechanía a la hora de disponer de lo ajeno, que provocaría retortijones si de tan aceptada que está no estuviésemos curados de indignación, es el fiel espejo de lo que sucede y de cómo nos lo tragamos sin rechistar. Porque esta historieta y sus exitosas ventas son claro ejemplo de ello: hacemos humor a falta de manifestaciones e, incluso, pagamos por leer nuestra propia miseria.

Por qué comprar una Smart TV es la opción menos 'smart'

Pisapapeles marca Samsung

Me compré en 2013 una Smart TV, una televisión inteligente, y me arrepiento de ello. Fue un gasto abultado para un trasto que no hace mucho más que una televisión sin diploma de Community Manager.

Mi idea era tener un  televisor conectado a internet y poder ver sin complicaciones películas en mi salón a través de servicios de video bajo demanda como Wuaki o Filmin. ¿Para apoyar a las compañias que se abrían paso en este difícil camino en España? Y por comodidad.

Como expliqué en otro post, mi experiencia con las plataformas de video ha sido desastrosa. No he podido ver nada en streaming sin padecer cortes. Que la televisión tenga Wi-Fi es una estupidez porque el cable es lo único que, en principio, asegura una transmisión fluida. Digo "en principio" porque yo he tenido problemas por ambos canales, tanto con 6 megas como con 100.

En mi último intento después de un año, tuvieron los santos redaños de aconsejarme en Filmin que me comprara Google Chrome, que las aplicaciones para Smart TVs eran muy limitadas. En el año que he estado no han actualizado su app ni usa sola vez frente a las, como mínimo, cinco de Wuaki, que funciona mejor pero que tiene un catálogo menos atractivo.

Recuerdo que el aparatito de Google salió poco después de que yo adquiriera mi pisapapeles y que me mordí el labio pensando en que la había cagado. Sin haberlo probado, tengo claro que planté un buen pino, no por el dispositivo de marras sino porque hay opciones mucho mejores.

Uno puede conectar un disco duro multimedia a una televisión normal y ver películas sin interrupciones. Puede añadir una Raspberry Pi y programarla para que se descarguen sus series favoritas. Los inconvenientes desaparecerán en un pispás.

Elegí la marca Samsung porque supuse que sería la que más aplicaciones ofrecería en catálogo. Además, podría conectar el móvil y hacer "virguerías". No lo he utilizado casi nada. Un par de veces probé a mostrar las imágenes del teléfono en la pantalla grande y me pareció engorroso. Tampoco, seamos sinceros, mis fotografías merecen que les magnifiquen los defectos.

Los servicios de redes sociales no los he utilizado nunca y no sé si existe alguien que se siente delante del televisor a responder su Facebook o su Twitter. A todo esto, se necesita un teclado inalámbrico para poder hacerlo. Escribir con el mando es un infierno, un báratro endemoniado que empeora con un sistema distinto para cada programa, a cada cual peor.

Un detalle que me molesta significativemente es que Samsung preinstalala aplicaciones que no se pueden quitar o, si las desinstalas, en la siguiente actualización volverán a estar ahí. Me imagino a un culé viendo horrorizado como no puede quitar el botón del diario As, o a un periodista íntegro intentando infructuosamente retirar el de El País.

La que sí he probado en varias ocasiones ha sido la aplicación de Youtube, que necesitó varias actualizaciones para que pudiera reproducir los videos. ¿Bastante representativo, no? Igualmente, no es ni por asomo tan rápida y cómoda como en el ordenador.

El navegador viene a ser un incordio por igual. Hoy en día, con los móviles y las tabletas, ¿quién va a cambiar la sencillez de los gestos de la mano por el control remoto que ni remotamente controla algo?

Fastidia sobremanera que, entre tanta pijada inútil, al final se han dejado de implementar cosas tan útiles como la edición de canales, que podría ser bastante mejor, más cuando con el prodigio de la TDT tienes que resintonizar y reordenar los canales casi cada jueves.

En resumidas cuentas, hice el canelo. Las Smart TVs son sistemas cerrados que no aportan ninguna ventaja frente a un ordenador conectado a la televisión por HDMI. No cometáis el mismo error que yo y ahorraos el dinero para algo mejor.

Error humano de Chuck Palahniuk


Leer Error humano después de Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer de Foster Wallace no es una buena idea. Palahniuk es más tosco. No lo digo por los primeros artículos del libro, que tratan sobre lo más aberrante, grotesco y exacerbado de la cultura estadounidense. Foster Wallace te la cuela de modo menos evidente y te hace reír más.

Por eso, meses atrás, lo abandoné y, durante un tiempo, el libro estuvo en la estantería virtual con el resto de libros digitales. Hace un par de semanas, de viaje, lo volví a encontrar. Y fue un grato encuentro. Los artículos están repartidos en tres secciones: Gente reunida, Retratos y Personal. Van de más a menos demencial, de menos a más íntimo.

El primero trata sobre personajes disparatados: hombres que deciden levantar sus propios castillos en pleno siglo XXI, conductores de cosechadoras que combaten entre sí, festivales en honor a los testículos,... Lo más inverosímil que uno pueda imaginar, existe y tiene su crónica. Si Palahniuk hubiera nacido en España, ahora mismo presentaría Callejeros.

El segundo son entrevistas del escritor con figuras mundialmente conocidas o relevantes a nivel nacional. Tienes a la petarda de Juliette Lewis hablando de cienciología, una loa a la escritora Amy Hempel, una estrevista con el periodista conservador Andrew Sullivan o el desagarrador testimonio de Michelle Keating sobre la tragedia del huracán Mitch.

El último son textos de opinión donde el autor habla sobre sí mismo, sus sentimientos, su biografía. Su árbol genealógico es bastante accidentado y violento, con muchos familiares asesinados a bocajarro. También hace un resumen de su situación personal durante y a raíz del éxito de El club de la lucha, la obra que lo catapultó.

Error humano es divertido, reflexivo, burro e íntimo. Lo único que se le puede achacar es que no se pueda leer después de Foster Wallace1.
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1 Hablando con amigos que han leído este u otro de los libros de Palahniuk, parece que sí se le pueden achacar bastantes más cosas, entre las que estaría ser un mal escritor. Siempre se queda uno un poco con el culo torcido cuando le despellejan así un libro que ha disfrutado. ¿Debería aparecer yo en un artículo de Palahniuk sobre lectores mediocres? Ahí es cuando la cosa empieza a perder su gracia, básicamente, porque la idea del artículo no pinta tan mal.

Viajar a Japón con KLM y Alitalia


Cruzar el planeta en avión no es moco de pavo. Un servidor no lo había hecho nunca. Se puede pensar que con las compañías transcontinentales las diferencias no pueden ser muchas, pues bien pagas un dinero, pero al igual que con las low-cost las diferencias existen.

Para ir a Japón fuimos con KLM (KLM Royal Dutch Airlines), una compañía holandesa, y para volver con Alitalia, que no es holandesa. Para la ida hicimos transbordo en el aeropuerto de Schipol, en Ámsterdam, y para la vuelta en el de Fiumicino, Roma.

El vuelo dura entre 13 y 15 horas, con un transbordo que puede ser de dos a cuatro horas. Una de las razones para elegir KLM o Alitalia fue evitar el transbordo en Dubai cuyo aeropuerto, según leyó la esforzada organizadora de todo este tinglado, es tan grande como caótico.

Transavia-KLM

De Barcelona a la ciudad de los coffeeshops fuimos con Transavia, subsidiaria de KLM. Pese a que hicimos el embarque de las maletas casi tres horas antes (fuimos los primeros en la cola), no nos pudieron dar asientos contiguos de Holanda a Japón porque no quedaban.

Para evitar este inconveniente es mejor hacer el check-in online. Nosotros no lo hicimos por miedo a equivocarnos y mandar nuestro equipaje a Singapur pero es lo más aconsejable. Por suerte, un amable nipón nos cambió el asiento y pudirmos hacer el trayecto juntos.

Los asientos de Transavia son tan cómodos y espaciosos como cabe esperar en una compañía de bajo coste. Lo sorprendente son los uniformes, a cargo del peor estilista del planeta. El color verde, estandarte de la compañía, disfraza a la tripulación de leprechauns sobredimensionados.

Muñeca de azafata de compañía de vuelo Transavia.com
Nancy contrahecha
con uniforme de Transavia
Tardamos dos horas y media en llegar a Schipol, un aeropuerto excelente para transbordos, con cintas transportadoras e infinidad de máquinas para consultar la información del vuelo con la tarjeta de embarque. Si no te llevas bien con las máquinas, también hay personal atento y eficiente.

Cometimos el fallo de dirigirnos directamente al segundo control (sí, otro, y con escáner de cuerpo entero), tras el que nos hicieron esperar en una sala enorme sin tiendas ni cafeterías durante una hora. Hubiera sido un hastío mayor si la conexión Wi-Fi no hubiera sido excelente.

Afortunadamente, fue un purgatorio más que aceptable para el cielo que nos esperaba. No habíamos visto nunca un avión tan grande ni estado en unos asientos tan confortables. En cada uno, hay una manta, una almohada, unos auriculares y una mini televisión con mando.

Es recomendable llevarse unos calcetines gruesos para descalzarse y estar más cómodo, y un antifaz para dormir. También es bueno traer unos auriculares. Tanto los de KLM como los de Alitalia se oían bastante mal.

El espacio entre asientos de KLM es holgado. No nos sentimos apretados en ningún momento. Durante el viaje van sirviendo comida, aperitivos y bebida para que los pasajeros estén hidratados y no tengan hambre.

Siempre sirven dos menús inspirados en los países de origen y destino del trayecto: en este caso, uno japonés y otro holandés. Nosotros elegimos una opción cada uno para poder probar ambos. Se podía consultar antes qué llevaba cada uno a través del menú interactivo de la pantalla.

Hay un gran surtido de cine, tanto reciente como en catálogo, además de episodios sueltos de series de televisión y videojuegos estilo Pac-Man. El problema es que si no entiendes bien el inglés, tampoco te podrás ayudar con los subtítulos, que escasean.

Las películas suelen ser estadounidenses y nacionales (en este caso, holandesas), además de unas pocas del resto del mundo. Las ofrecen también dobladas al español pero utilizan la versión hipanoamericana, que me suena muy extraña.

Por tal de evitar el jet lag, nos echamos una cabezada a base de Dormidina. Fue un viaje muy agradable de 11 horas hasta el aeropuerto de Narita, Tokyo. Veinte días depués regresábamos hacia Barcelona.

Alitalia

Alitalia nos impresionó de entrada por sus uniformes elegantes. Aparte de un azafato que era un poco cenutrio y parecía británico (no offense), todos tenían muy buen porte. De hecho, vimos a un azafato comprando comida en el aeropuerto y pensamos que era el piloto.

Muñecos Barbie con uniforme de Alitalia
Tripulación 100% folladora
El avión estaba dividido en tres clases con nombres rimbombantes: Classica, Classica Plus y Magnifica. La Classica y la Magnifica corresponden a turista y a primera, respectivamente. La Plus está a medio camino, con más espacio para estirar los pies y otras pijaditas.

Se podría decir que la turista de KLM ofrece lo mismo que la Classica de Alitalia pero con el espacio y los asientos de la Classica Plus. Nosotros tuvimos suerte y nos tocó en la primera fila, donde pudimos estirar a placer las piernas, pero el resto del pasaje...

No puedo hablar con argumentos de peso porque me faltan datos y no he medido la distancia de separación entre asientos en Alitalia y KLM, pero a mí la compañía italiana me pareció más apretada, con un pasillos angostos y menos lavabos.

Los asientos eran más duros. Por si fiera poco, nos tocaron unos cincuentones italianos al lado cuyos amiguetes se acercaban a charlar en voz alta, apoyarse en nuestras pantallas de TV y pasear sus codos amenazantes cerca de nuestros cráneos.

La comida también me pareció peor. Incluso el menú italiano parecía un plato precocinado del supermercado. Fue decepcionante. Mucha percha y mucho traje pero luego cuando te lo pruebas, la tela te pica por todas partes.

Por contraste, Alitalia tenía bastantes películas con subtítulos en inglés y llegué a ver cuatro, dos japonesas y dos italianas. Higurashi no ki de Takashi Koizumi es una historia de samuráis muy recomendable. Las comedias italianas eran auténticos disparates.

El aeropuerto de Fiumicino estaba bien, pudimos hacer el trasbordo sin problemas y sin quedarnos aislados en una sala de espera. Hay zonas para enchufar el cargador del móvil. Ofrecen Wi-Fi gratis pero funciona fatal y sólo sirve para venderte otra conexión de pago mejor.

Tras los pesados vecinos de asiento, Fiumicino nos recordó que volvíamos al Mediterráneo. Los precios eran insultántemente abusivos y la comida, nefasta. Comimos dos foccacias que podían haber acabado con Julio César sin necesidad de conjuras ni puñales.

El segundo avión hacia Barcelona salió con media hora de retraso. En el embarque, había un tipo solo que estuvo cascando con un pasajero, tal vez de su mismo pueblo, al que después dejó pasar el primero. El nivel del agua del Mediterráneo nos llegaba ya hasta el cuello.

Fueron casi 13 horas desde Japón a Italia y dos horas más del "país de la bota" al "país de la pela". Desde que nos despertamos en la otra punta del mundo hasta que llegamos a Barcelona, pasamos veinticuatro horas despiertos. Fue agotador pero valió la pena.

La cullereta, ni restaurante ni bar ni cafetería de Sabadell

Entrada de La Cullereta
Rambla 112, Sabadell

¿Cómo definir este espacio? En su propia web, lo definen así: "La Cullereta és més que una cafetería, més que un restaurant o un bar, és molt més". Merdiano: es mucho más, tanto que ni se sabe. Podría ser un pedazo de m... y ni lo reconocerías.

Me duele hablar mal de este local porque, cuando abrió, fui y comí muy bien. Recuerdo que, aunque tomé un buen bocadillo con bravas, me quedé con las ganas de probar ciertos platos que sólo servían el fin de semana. No pudimos esperar y fuimos al domingo siguiente para llevarnos un chasco.

Sus horarios eran (o siguen siendo, no lo sé) extraños porque cerraban muy pronto. El domingo no tengo claro si sólo abrían hasta el mediodía o, directamente, descansaban. El caso es que, pese a volver más de una vez con mi pareja, nunca probé sus inalcanzables especialidades.

Pasado el tiempo, hoy por fin, un miércoles a las ocho, hora punta para salir de marcha, la persiana permanecía subida. "Qué suerte", pensé antes de entrar, y "Qué desgracia", después de llevar la infame hamburguesa en el estómago y veintitrés euros menos en el bolsillo.

La carta no era la antigua. No era un tríptico sino una hoja amarilla plastificada con una tipografía cuca. Había cuatro tapas (bravas, croquetas), ensaladas y bocadillos. Las descripciones de las foccaccias y hamburguesas ya de entrada resultaban poco atractivas.

Con el camarero no acabé de conectar. Parecía el colega fumeta que te invita a dormir en su casa sobre un colchón maloliente tirado en el suelo como si te hiciera un favor. Le señalamos dos hamburguesas y una ensalada y tuvo que repetir los tres platos para memorizarlos.

Mi hamburguesa "crujiente" era una sosada. El bacon crepitaba más bien poco y el cheddar era una plasta entre los dos insípidos y machucados bollos de pan. Cuando nos dijo que el acompañamiento eran nachos, no pensé en doritos del Sorli con sobredosis de queso en polvo y salsa de pimiento color flema.

La hamburguesa de mi pareja tampoco estaba para tirar cohetes aunque tal vez sí para poner una bomba. Contra toda lógica, llegó antes la carne que la ensalada, un pasto digno de cualquier cocinillas: bolsa de brotes verdes, también del Sorli, tomates cherry cortados, tres anchoas y vinagre balsámico.

Todo, con dos Aquarius, una cerveza y una agua (había que hidratar la garganta para deslizar cuello abajo el emplasto de cheddar) salió por unos hirientes 23 euros. El camarero-colega nos preguntó si nos íbamos ya, si no queríamos postre. "Quedaos a dormir, tengo un colchón. De verdad, no me importa".

23 fotogramas por segundo de Albert Monteys


Este segundo libro de Monteys en Caramba Cómics me ha hecho reír, sin duda, más que Ser un hombre. Está publicado en formato apaisado y cada capítulo ocupa dos páginas que conforman, juntas, una única plancha de tamaño álbum.

Son trece capítulos, cada uno con 23 viñetas más un título que dan como resultado los 24 fotogramas por segundo a los que se proyecta una película. Con cada tema, Monteys sabe exprimir y sintetizar su vis cómica y sus conocimientos frikis de cinéfilo.

Dibujados originalmente para el Festival Internacional de Cine de Gijón en 2012, podrían ser trece Para ti que eres joven realizados con más acierto del habitual. Junto a La Industria de los Sueños de Alcázar, es un buen detalle para cualquier amigo aficionado al séptimo arte1 2.

Más información y venta online en la web de Caramba Cómics.

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1 Lo sé, incluir lo de "el séptimo arte" en un texto sobre cine es una "ranciofact" que tira de espaldas.
2 Creo haber reconocido al gran Jaume Figueras en una de las caricaturas (!!) pero lo más probable es que sea mentira (T-T).

WTF Made in Japan

La Coneja Lisa
visto en aparador de Shiodome, Tokyo

El contribuyente
visto en plaza de Shiodome, Tokyo
(frente a la coneja)

Pathetic 65
visto en el bosque de bambú de Arashiyama

Estatua de posaderas
cerca de la estación de Kobe
(obsesionados por las nalgas)

Sisí modelo Pamplona de Monchy comprada en tienda de chinos Win de Sabadell


Compramos una sisí o tendedero nuevo porque el viejo estaba hecho caldo. Las varillas oxidadas se partían y erguían amenazantes cuales lanzas en La Rendición de Breda.

La elección no fue muy dura. Escogimos uno de la tienda de chinos Win de Sabadell (Tres Creus, 166) donde los dependientes son muy simpáticos pese a que un día, al entender erróneamente "doce", acabé pagando dos euros con tarjeta.

Tienda Win, Tres Creus 166, Sabadell
Foto extraída de Google Maps

Las sisís estaban en un recoveco del establecimiento, bastante escondidas. Había dos modelos plegables distintos. El de aluminio estaba en dos colores y costaba 21,99€. El que escogimos fue uno de hierro de la empresa Monchy con patas rojas y varillas blancas por 11,99€.

De acuerdo con su página web, Monchy es una empresa de Ciudad Real, es decir, una empresa ciudadrealeña. Esto me chocó porque en la etiqueta del producto se podía leer "Pamplona", pero resulta que es el nombre del modelo.

El tendedero viene a ser similar al que teníamos antes, aunque en distinto color. Dejamos atrás un azul oscuro más discreto para encarar un rojo pasión con piezas de plástico blanco en lugar de negro. Ya se sabe que la vida es una sucesión de pequeños cambios.

Nos salió unos siete euros más barata que en la web oficial de Monchy. Pensamos que se debe a que formaban parte de alguna remesa donde el embalaje salió defectuoso. Las dos caras del envoltorio de plástico estaban pegadas. Parecía una segunda piel.

Más que desenvolver, sentimos que despellejábamos la sisí. Fue desgarrador. En cada uno de los cuadrados que formaban la rejilla del centro con las varillas perpendiculares de las alas, había que romper el plástico para poder, con paciencia y lentitud, retirarlo.

Una vez desnuda, montar la sisí fue muy fácil. El sistema era el mismo que el de la anterior. Sólo hay que tener cuidado de no pillarse los dedos cuando la desplegamos como una silla de cámping. Las alas extienden la superfice tendible en casi el doble.

Los topes de plástico para las patas son difíciles de poner pero, con esfuerzo, todo se consigue. Una vez lista, nos dimos cuenta que era más ancha que la anterior, con una varilla más, pero las alas laterales, en cambio, eran más cortas.

Tras probarla, puedo asegurar que la ropa se cuelga bien, de arriba hacia abajo, de acuerdo con las leyes de la gravedad. Se pueden utilizar pinzas o simplemente dejar la prenda con cuidado para que no caiga. Como las baladas de amor, es excelente para los días de lluvia.

Tenéis más información en la web de Monchy: http://monchy.es/

Río Lobo de Howard Hawks


Río Lobo (1970) es la última película de Howard Hawks y cierra algo así como una suerte de trilogía... algo así, pues esta no es sino el segundo remake, después de El Dorado (1966), de la excepcional Río Bravo (1959). Sería más acertado utilizar el más castizo "refrito" para referirse a ambos abortos, que no pueden ser considerados más que innecesarios.

Aquí ya ni tenemos a Robert Mitchum sino a su hijo, Christopher, que ni siquiera es el primogénito sino el segundón. Wayne está mayor y orondo. La figura de su personaje ya es una parodia. Es un viejo a quien las mujeres tratan de señor y describen como "confortable". Los personajes han perdido todo el halo que poseían en Río Bravo.

Lo que podría ser más interesante es la figura de la llamada mujer hawksiana, que ha ganado papel desde Río Rojo (1948) y Río Bravo (1959). Como en El Dorado (1966), aquí las mujeres cabalgan y visten pantalón. Es interesante el cambio de Jennifer O'Neill, que aparece en vestido de señorita y, en la escena siguiente, viste de vaquera con el pelo despeniado y sucio.

Es importante señalar que los personajes femeninos también disparan y matan, contribuyendo en la victoria final. Dicho esto, y vistas las tres seguidas, Río Lobo se hace aburrida y se encuentra en la línea decadente de El Dorado. Ningún personaje destaca y el humor no supera el cliché. Más allá de la excepcional Río Bravo no encontraremos más que un árido e incliemente desierto.

El Dorado de Howard Hawks


El Dorado es un remake de 1966 de la película Río Bravo (1959) del mismo director, y bastante peor. Según IMDB, Hawks negó que fuera un remake pero lo cierto es que tanto la estructura como el argumento son calcados, repitiéndose personajes y hasta diálogos. Testimonios biográficos y de la propia guionista, Leigh Brackett, lo confirman1.

Otra vez, un sheriff (Robert Mitchum) debe evitar que un grupo de pistoleros libere a su prisionero. Debe resistir hasta que llegue el alguacil (federal marshall) que lo lleve a presidio. Si en Río Bravo, es su ayudante quien se da la bebida, aquí es él mismo quien abraza la botella y es un viejo amigo (John Wayne) quien viene a ayudarle.

Tenemos, nuevamente, al viejo cascarrabias, al chico joven y a la cuadrilla de villanos. Las variaciones son nimias. Verla envuelve al espectador en una empobrecida sensación de déjà vu. El borracho de Mitchum es cómico y no dramático como en Río Bravo. La culpa de esto es de Hawks, quien indicaría el cambio de tono a Mitchum para evitar excesivas similitudes.

Y digo "culpa" porque si él hace el payaso, contando que el viejo ya tiene una función cómica, y contando que el joven pistolero (James Caan) aquí también tiene su parte de gracia al ser un inútil disparando, la épica desaparece. Howard Hawks se convierte en una especie de Santiago Segura haciendo una peli de amiguetes.

Y su mejor colegas tampoco anda muy fino. Tras un disparo en la espalda, el personaje de Wayne sufre parálisis momentáneas que le engarrotan la mano derecha. Hay un momento en que le da un ataque que puede ser considerado una de las peores actuaciones del cine. Para más inri, mientras la parálisis persiste, se le ve mover la mano cuando agarra unas riendas.

Al final, llega el despiporre. Mitchum pasa parte de la película caminando con muleta por culpa de un disparo. Por lo visto, a petición de Hawks, la cambiaba de brazo de acuerdo con cada plano. Al ver en el rácord que quedaba bastante chapucero, incluyeron una línea en que Wayne le espeta a Mitchum: "¡Qué sabrás tú! ¡La has llevado primero debajo de un brazo y luego de otro!".

Puedo imaginar a Hawks rodando un anuncio de cerveza en que descuelga el teléfono para oír a Wayne gritándole desgañitado el celebérrimo: "What's uuuuup?". Y, luego, Mitchum y a toda la panda se unen en ese coro de colegas borrachos a vociferar lo mismo hasta quedarse sin cuerdas vocales. A lo que, finalmente, Hawks sentencia: "Here, making a film, drinking a Bud".

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1 Dos citas extraídas y traducidas por mí del artículo "Rio Bravo was the first in an informal trilogy" del blog Beyond Cinephilia & Beyond.

Hice Rio Bravo con John Wayne, salió bastante bien y a ambos nos gustó, así que unos años después decidimos hacerlo otra vez. De nuevo, salió bien. Así que ahora estoy preparando Rio Lobo. Llamé a Duke [apodo de John Wayne] y le pregunté si quería estar en la película. Por supuesto, contestó, repetiría conmigo. Le pregunté si quería que le mandase el guión. «Demonios, Howard», me dijo, «ya he hecho el maldito guión dos veces». (In Memory: Howard Hawks de Roger Ebert)

Escribí el mejor guión que jamás he escrito y a Howard [Hawks] le gustó, al estudio le gustó, a Wayne le gustó y yo estaba encantada. No lo hicimos porque decidimos recular y hacer Río Bravo otra vez. Se podía haber titulado El hijo de Río Bravo cabalga de nuevo. No estaba contenta pero lo hice lo mejor que pude para que fuera un poco diferente. Por increíble que parezca, muy poca gente, a excepción de los más cinéfilos, se dio cuenta del parecido. Pensé: «¡Dios mío! Los críticos nos van a machacar porque ya hice esto antes, prácticamente palabra por palabra». La escena en que Jimmy Caan se lanza bajo las patas de los caballos, la rodamos para Río Bravo pero fue suprimida en la copia final por exceso de metraje. Le dije: «Howard, no puedes hacer eso. Warner Bros tiene los derechos». Él contestó: «De acuerdo, compraré los derechos, entonces». Así pues, ¿qué más podía hacer? (Leigh Brackett: Journeyman Plumber)

Río Bravo de Howard Hawks


Río Bravo es un western de 1959 dirigido por Howard Hawks y protagonizado por John Wayne. La película fue la respuesta del director a Solo ante el peligro (High noon) de Frank Zinnerman, estrenada siete años antes, protagonizada por Gary Cooper y escrita por Carl Foreman.

Cowboys y macarthismo

Solo ante el peligro nos pone en la piel de un sheriff a punto de retirarse, Will Kane (Cooper), que recibe la noticia de que un criminal que capturó hace tiempo vuelve al pueblo para matarlo. Cuando pide ayuda al resto de ciudadanos para plantarle cara al delincuente, todo ellos esconden la cabeza debajo del ala, dejando a Kane abandonado a su suerte.

Pese a que el trabajo de Zinnerman es un peliculón como la copa de un pino que (ahora veo) no he reseñado, recibió críticas por "antiamericana" por parte de compañeros del medio como Hawks y Wayne. Consideraban que un sheriff americano no podía ir como "un pollo sin cabeza" suplicando ayuda a la gente del pueblo.

Se interpretó como una apología del colectivismo, oponiéndose a la esencia del auténtico estadounidense: individualista, independiente y capaz de sacarse las propias castañas del fuego. Era la época de la caza de brujas y la película fue considerada por algunos como una alegoría de la misma y una crítica al macarthismo.

Y es cierto. Mientras escribía el guión de Solo ante el peligro, Carl Foreman, ex miembro del partido comunista, fue llamado ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses  para dar nombres de posibles compañeros del medio con ideologías "peligrosas". Foreman se negó a revelar ningún nombre y fue incluido en las listas negras.

Este hecho lo condujo a plasmar lo sucedido en la trama del filme y a tener que abandonar el país posteriormente. John Wayne afirmó en una entrevista que él había acusado a Foreman ante el Comité y que no se arrepentía de haber contribuido a su expulsión. Del 52 hasta su retorno en el 84, año de su fallecimiento, Foreman vivió exiliado en Inglaterra.

Irónicamente, Gary Cooper ganó su segundo Oscar a Mejor Actor gracias a su papel en la película de Zinnerman, y fue John Wayne, gran amigo del actor, quien lo recogería en su lugar durante la ceremonia. Wayne no ganaría la estatuilla hasta 1970 por Valor de ley (True Grit), inmerecida si comparamos su actuación con las de Voight o Hoffman en Cowboy de medianoche.

Río Bravo

Habiéndome quitado la espina por el deplorable origen que impulsó el western de Hawks, cabe decir que me ha encantado. Tiene muy buen ritmo y conjuga tensión, drama y humor en dosis perfectas. Excluyendo a Wayne, que hace de sí mismo en toda película que pise, la interpretación de Dean Martin me ha parecido sobrecogedora.

En el pueblo texano que da nombre a la película, el sheriff Chance (Wayne) debe custodiar a un prisionero durante varios días hasta que llegue el alguacil para llevarlo a la penitenciaria. Existe la amenaza de que el hermano del preso intente rescatarlo. Chance tendrá únicamente el apoyo de un viejo desdentado (Walter Brennan) y de su ex ayudante alcohólico Dude (Dean Martin).

Este argumento se repetirá con variaciones en dos remakes posteriores de la mano del mismo director: El Dorado (1966) y Río Lobo (1970). Ninguno de los dos alcanza el nivel del primero y parecen más pelis de amiguetes entre Wayne y Hawks donde lo único que parece evolucionar es el papel de las mujeres, cada vez más autosuficientes.

En un diálogo de Río Bravo, le preguntan a Wayne porque no pide ayuda a la gente del pueblo y Wayne responde que no le servirían de nada un montón de ganaderos sin experiencia ni puntería. El disparo va directo al corazón de Solo ante el peligro. Hawks apuesta por la mitología y por la épica y rechaza el conflicto interior y el realismo de Zinnerman.

La evolución del personaje de Dude es espectacular. Dentro de un filme que pretende crear héroes por las armas, se presenta a un hombre alcoholizado, sin la vis cómica típica del género, que busca rehabilitarse. Sufre síndrome de abstinencia y es humillado constantemente por los demás. Su lucha personal se muestra como titánica, llena de dignidad.

La excepcional banda sonora corrió a cargo de Dimitri Tomkin, quien había compuesto con anterioridad los temas de Solo ante el peligro, por los que ganó un Oscar. El toque a degüello que suena varias veces a lo largo de la película de Hawks es estremecedor y hace referencia a la batalla de El Álamo en 1836.

De origen musulmán en la península ibérica, El Degüello fue adoptado por las tropas españolas y exportado a sus colonias. El toque "ordenaba a las tropas propias la lucha sin cuartel, sin hacer prisioneros". Durante el asedio de El Álamo, el general mexicano Antonio López de Santa Anna ordenó tocarlo durante varios días antes del asalto final para minar la moral de los defensores.

Contando con Dean Martin, cantante melódico, y Ricky Nelson, una estrella del rock adolescente, Hawks incluyó tres preciosos temas cantados por ellos, siendo uno de ellos My Rifle, My Pony, and Me, un tema al que Tomkin añadió letra pero que él mismo habia compuesto años antes para Río Rojo, del mismo director.

La relevancia de Tomkin quedó plasmada es los cuatro Oscar que ganó a lo largo de su carrera y en la petición que hizo el mismísimo Sergio Leone al gran Ennio Morricone según la cual la música de Por un puñado de dólares debía ser similar al estilo del compositor ruso. Queda claro que, a excepción de la basura que la motivó, Río Bravo es un peliculón de pies a cabeza.

Doblaje español

Hay un detalle muy molesto. En la época, en España era habitual suprimir parte metraje para no superar las dos horas por pase (similar a lo que hace ahora Antena 3 con sus películas de fin de semana). A Río Bravo se le sustrajo casi media hora. En los 80, se volvieron a añadir las escenas recortadas pero dobladas por otros actores. De esta manera, las voces cambian a lo largo del filme.

Cuando pasó por primera vez, me quedé totalmente confundido. Creí que había tocado la configuración del televisor por error. Encontré la explicación en internet. Sobre el doblaje del 60 con Felipe Peña, se hizo otro parcial en los 80 a cargo de Félix Acaso; de ahí, el cambio de voz de Wayne. Existe un tercer redoblaje posterior, esta vez completo, con Claudio Rodríguez.

Río Rojo (Red River) de Howard Hawks


La vi porque, según Wikipedia, Río Rojo pertenecería a una supuesa "Saga de los Ríos", formada por esta, Río Bravo y Río Lobo. Pues bien, dicha trilogía no es tal porque Río Rojo no tiene nada que ver con las otras dos, que sí conforman un trío pero junto a El Dorado.

Río Rojo es la traducción del original Red River. En cambio, las otras dos se llaman exactamente igual en inglés, pues hacen referencia a los nombres de las ciudades texanas donde sucede la acción y, en ningún caso, sus tramas tienen que ver con corriente fluvial alguna.

Río Rojo es un western de 1948, en blanco y negro, dirigido por Howard Hawks, que habla de los comienzos de la ruta Chilsom, utilizada durante el periodo posterior a la Guerra de Secesión (1861-1865) para transportar ganado de Texas a Kansas.

Es una peli, literalmente, de vaqueros. Dunson (John Wayne) atraviesa el río Rojo en busca de tierras donde prosperar. Quince años después, tiene un sinnúmero de reses pero el negocio en Texas es un desastre y se ve obligado a llevar el ganado a Missouri, donde pretende venderlo.

Mapa de la zona entre mayo de 1866 y enero de 1867
La tarea no es menor, pues se tratan de 9000 cabezas de ganado, el recorrido es largo y deben cruzar de nuevo el ancho río. Lo que en principio parece que será una gran hazaña dirigida por Dunson irá perdiendo fuerza a medida que éste pierda su posición de mando.

La ruta es larga y, a la amenaza de ataques indios y al riesgo de estampidas, se suman el cansancio y la escasez de suministros. Dunson verá poco a poco cómo va perdiendo el control y, poco a poco, los hombres contratados empiezan a amotinarse.

El argumento es extraño porque no sigue las pautas que uno esperaría actualmente. Hay una historia en el pasado de Dunson que se cuenta al principio y que, luego, no sé si tiene demasiada relevancia. Igualmente, el conflicto final se soluciona con una rapidez pasmosa.

En Río Rojo ya aparece la llamada "mujer hawksiana", típica de los filmes del director, que trata a los hombres de igual a igual y no oculta sus deseos. Dicho esto, la conversación de la decidida Tess (Joanne Dru) con Matt (Montgomery Clift) durante el tiroteo me parece inverosímil.

La película posee una alta valoración y está considerada como uno de las grandes filmes del género. En lo personal, me ha aburrido tanto como Centauros del desierto y me ha ayudado a reafirmarme en que no me gustan las pelis de vaqueros sino las de pistoleros.

Furruguños garrapiñados

Foto de una escultura urbana de un papel arrugado, por Rubén López
Foto de Rubén López, Flickr

Hay palabras y palabras. Y cada uno tiramos de nuestro idiolecto1, con términos registrados o no en el diccionario, más o menos comunes o, incluso, de uso totalmente personal.

Para "furruguño", con Google, Bing y DuckDuckgo sólo encontré una referencia extraña que no se ajusta con mi definición ("Ni que yo me vuelvo invisible de 3 a 5 de la madrugada, ni la no existencia de los furruguños... En fin, hay gente pa tó") en respuesta a la apreciación que hizo la intelectual Mariló Montero acerca de la metempsicosis y los trasplantes.

Buscando un poco más, veo que mi "furruguño" no es más que una alteración de la palabra "gurruño" ("cosa arrugada o encogida", DRAE). Otras variantes son "burruño", "murruño" y "furruño". Desconozco si la mía es una mezcla de "gurruño" y "furruño" o, acaso, viene de una cruce entre "enfurruñar", palabra más familiar para mí, y la susodicha.

Sea como fuere, ya la etimología de la normativa "gurruño" es divertidísima de rastrear. "Gurruño" viene del verbo "gurruñar", aféresis de "engurruñar", derivada de "engurrar". "Engurrar" es la metátesis de "enrugar" que, según el DRAE, viene del verbo latíno irrugāre y tiene el mismo significado que "rugar" o, el más común, "arrugar".


Siempre pensé que "garrapiñar", con el sentido de robar, era otro malentendido mío donde casaba la "rapiña" con la "garra", es decir, la mano con la que agarras lo ajeno. Sin embargo, y pese a que juraría que un par de años atrás no estaba registrada en el DRAE, ahora aparece junto a las deliciosas almendras gar(r)apiñadas aceptadas tanto con una como con dos erres.

Es curioso porque, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia, la dulce receta vendría del latín vulgar *carpiniare, derivado de carpĕre ("arrancar, coger"), verbo famoso por el lema vital del Carpe diem2. Sin duda, este origen parece estar más en consonancia con el sentido de hurtar que con el de los frutos secos caramelizados.

El DRAE no ofrece ninguna etimología acerca de la acepción amiga de lo ajeno. Sin embargo, gracias a un comentario en un blog, descubro que el maravilloso María Moliner lo describe como una variación de "garrafiñar" influenciada por "rapiñar". "Garrafiñar" sería, a su vez, una variante de "garfiñar" que es un término de germanía para "robar".

Germanía, claro está, se refiere a la jerga de ladrones y no de alemanes, aunque parece haber algo de lío al respecto. Mientras que, por un lado, se dice que "garfa", la palabra de la que deriva "garfiñar", proviene del alto alemán harfan ("agarrar"), el DRAE la hace descender del árabe hispánico ḡarfa ("puñado, cantidad que se coge con una mano").

Lo gracioso es que ese ḡarfa viene del árabe clásico ḡarfah influenciado por "garfio". Pero si, por otro lado, uno busca en el mismo diccionario la genealogía de "garfio", topará con un padre latino, graphium, y un abuelo griego, γραφεῖον ("punzón para escribir"); el cambio de "grafio" a "garfio" se debería a la influencia de... "garfa". ¿Qué fue antes, entonces, el huevo o la gallina?

De cualquier modo, interrumpido el camino de migas de pan, "garfa" se refiere a las uñas corvadas de los animales y la "garra", derivada de la anterior, a la mano o pie de los animales que las tienen. La expresión "echar la garfa", al igual que la contemporánea y más popular "echar la zarpa", tiene el sentido de "agarrar", acción necesaria para apropiarse de lo ajeno.


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1 Del griego ἴδιος, "propio, particular", de donde también nace el "idiota", es decir, el que sólo se encargaba de sus asuntos y evitaba participar en el bien común, la política.
2 El Diccionario Gastronómico da la etimología del Diccionario trilingue del Castellano, Bascuence y Latin de Manuel de Larramendi de 1745 donde derivaría del vasco "garai ipiñia" (sobrepuesto, puesto encima).